miércoles, 22 de mayo de 2013

La defunción de la “carta” anti-Israel

La defunción de la “carta” anti-Israel
Barry Rubin


Vapulear a Israel se ha puesto de moda en muchos círculos occidentales, pero en el Oriente Medio ya no funciona.
Durante décadas en Oriente Medio, el instrumento político a menudo más confiable parecía ser la carta de Israel, la idea de condenar a Israel, echándole la culpa de los problemas del mundo árabe, y afirmar que los que no son suficientemente militantes con este tema son traidores.
Pero la carta de Israel ya no funciona, al menos no de la manera en que solía hacerlo. Ciertamente, el ascenso del islamismo revolucionario ha focalizado más odio hacia Israel. Sin embargo, al mismo tiempo - y esta analogía es imperfecta - no es un movimiento con un solo tema. Como los islamistas revolucionarios tratan de destruir a sus rivales (nacionalistas, moderados, y entre ellos mismos) y, fundamentalmente, transformar a sus propias sociedades, están bastante ocupados.
Jibril Rajoub, un alto funcionario de Fatah y supuesto moderado, puede insistir en que Israel es el principal enemigo de los árabes y los musulmanes, pero los árabes y los musulmanes no le están prestando demasiada atención. La Autoridad Palestina, que es manejada por su grupo - y que gobierna sólo en Cisjordania - no tiene ningún patrocinador en Oriente Medio.
El conflicto entre suníes y chiíes se está profundizando, con enfrentamientos que ya están teniendo lugar en Bahrein, Irak, Líbano, Arabia Saudita y sobre todo en Siria. De hecho, la guerra civil siria es una contienda, a gran escala, entre estos dos bloques. Incluso el grupo de estudios de los Hermanos Musulmanes ha dicho que los chiís, y especialmente Irán, representan una amenaza más peligrosa que Israel.
La probabilidad de que estos dos bloques cooperen contra Israel es cercana a cero. Esto era diferente hace algunos años.
Antes de la “Primavera Árabe”, Irán parecía ser llamado a erigirse en la superpotencia musulmana de la región. Si Irán obtuviera armas nucleares (a veces mencionada como la “bomba islámica”) se esperaba que ejerciera una influencia creciente en el mundo árabe.
Hoy, sin embargo, la situación se ha invertido. Los árabes sunitas, ya sean islamistas o anti-islamistas, odian y temen abiertamente a Irán. Un arma nuclear en manos de Teherán no aumentaría su influencia estratégica o política. Irán se enfrenta a una pared de sunitas en contra de sus ambiciones y casi no tiene aliados árabes.
En cuanto a Hezbollah, el único aliado fiable de Irán, no es capaz de atacar a Israel desde el sur del Líbano. Miles de sus soldados están ocupados en Siria tratando de mantener abierto el suministro de armas, ayudando al régimen de Bashar al-Assad a vencer y protegiendo a los aldeanos chiís. También enfrenta a una creciente oposición por parte de los musulmanes sunitas, financiados por los sauditas, y agitados por el odio a raíz de las acciones de Hezbollah en Siria y dentro del propio Líbano. Además, el hecho de que los libaneses no quieren ser víctimas de Hezbollah si éste va a la guerra con Israel, dado el daño sufrido a fines de 2006.
¿Y qué decir del régimen sirio? Durante décadas mantuvo unida a Siria en gran parte al presentarse a sí mismo como la fuerza radical más valiente, rechazando la paz con Israel y el esforzándose por borrar al país del mapa. Hasta hace sólo tres o cuatro años, el fuerte apoyo del presidente Bashar al-Assad a Hezbollah, su oposición al “proceso de paz”, y el apoyo a los terroristas sunitas en Irak era suficiente para mantener unido al país. Sin embargo, las semillas del islamismo sunita que plantó en Siria, porque éste último lo apoyaba a él, en ese momento, le han explotado en la cara. Sus credenciales anti-Israel ya no sirven para movilizar el apoyo a su perenne gobierno.
Esa desintegración y la multiplicación de los problemas y los enemigos no es, por supuesto, debido únicamente a la cuestión entre suníes y chiíes. También hay un fuerte renacimiento de la identidad árabe en contraposición a los turcos y a los persas. La historia regional de estos enfrentamientos étnicos ha resucitado. Si la guerra civil siria termina en una victoria de los rebeldes, los triunfadores se volverán rápidamente contra sus patrocinadores turcos. De hecho, mientras que el comercio entre los ambos países sigue creciendo; la cuestión siria ha generado una profunda brecha entre Turquía e
Irán, que están apoyando a los bandos opuestos.
Inclusive los Hermanos Musulmanes de Egipto y los Hermanos Musulmanes de Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, han caído en desgracia, aunque tal vez temporalmente. El gobierno egipcio no está contento con Hamas porque no ha aplicado suficientemente mano dura contra los salafistas, en Gaza y el Sinaí, que quieren atacarlo.
Además, Egipto - ocupado con las transformaciones internas, los conflictos domésticos y los problemas económicos - quiere que Hamás mantenga las cosas tranquilas en su frontera común. Funcionarios israelíes describen la actual cooperación en materia de seguridad con el gobierno egipcio - o al menos con los servicios de inteligencia y los militares - como muy buena. Las disputas entre los Hermanos Musulmanes y los salafistas aún más radicales están creando problemas en Egipto y en Siria.
Otro factor es la catástrofe económica que está golpeando o va a golpear a gran parte del mundo árabe. La incompetencia y las malas políticas de los islamistas están creando un caos. En Irán, por supuesto, esto se agrava por las sanciones internacionales. La estrategia obsesivamente anti-israelí del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, ha perdido popularidad por ser innecesariamente provocativa.
El hecho es que Siria ha quedado arruinada por muchos años, que Irak no está en buena forma debido a luchas internas, y que Egipto está al borde del desastre. Obviamente, el intento de incitar al odio contra Israel como responsable de estos problemas con el fin de movilizar el apoyo popular es tentador.
Pero, ¿qué se puede hacer al respecto? Las banderas israelíes pueden ser quemadas en El Cairo; el turismo podría volverse imposible; y la embajada podría cerrarse. Sin embargo, ¿se arriesgará Egipto a la guerra, con los militares reacios, la necesidad de ayuda financiera internacional, y la posibilidad de que Estados Unidos pudiera cortar el suministro de las armas? A diferencia de los nacionalistas árabes, que podían depender de la URSS, los islamistas sunitas no tienen un patrocinador de mucho dinero, fuera de Qatar.
Por último, algo han aprendido las masas árabes y los líderes durante el último medio siglo. Los viejos alaridos que Israel podría ser fácilmente destruido por la cooperación y la determinación no parecen tan convincentes frente a las numerosas derrotas militares de los árabes. Hay mucha más cautela. Entre las elites incluso existe la idea de que Israel puede ser un recurso activo en la lucha contra Irán. Hay un artículo de Abdulrahman al-Rashed, a quien anteriormente he calificado como el mejor periodista del mundo árabe, que expresa aquí el punto de vista general de los árabes del Golfo.
No quiero exagerar el caso. Se desplaza hacia la paz - con los islamistas en el poder o mirando por encima de los hombros del régimen y con ganas de arremeter contra el traidor moderado - es poco probable. La viciosa propaganda continuará sin cesar. El terrorismo será activado en toda oportunidad.
Irónicamente, este cambio coincide con un esfuerzo frenético para reducir el apoyo a Israel en Occidente - incluso en las comunidades judías -, a través de boicots, sanciones, desinversión, y desinformación masiva. Uno se pregunta a veces si esta campaña es un sustituto por el relativo desinterés en hacer algo en el propio Medio Oriente. Tal vez esto sea un justificativo para la inacción o tal vez sea otra tentativa de encontrar una estrategia victoriosa cuando tantas otras han fracasado. Como dijo el periodista australiano, Brendan O'Neill, la cuestión palestina “se ha vuelto, exactamente al mismo tiempo, menos importante para los árabes y de máxima importancia simbólica para los radicales occidentales”.
Tal vez algún día, siempre y cuando los islamistas revolucionarios hayan consolidado su poder en varios países, la situación cambiará nuevamente. Pero hasta entonces, gritar “Israel” en un acto lleno de gente - por lo menos en el Oriente Medio - no resultará una panacea para los problemas de los políticos y los gobiernos árabes.
Este artículo apareció originalmente en PJMedia
Barry Rubin es director del Global Research in International Affairs (GLORIA) Center y editor del Middle East Review of International Affairs (MERIA) Journal. Sus libros más recientes son: The Israel-Arab Reader (séptima edición), The Long War for Freedom: The Arab Struggle for Democracy in the Middle East (Wiley), y The Truth About Syria (Palgrave-Macmillan). El sitio web de GLORIA Center es http://www.gloria-center.org y de su blog, Rubin Reports, http://www.rubinreports.blogspot.com.

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