sábado, 18 de junio de 2011

Israel y el futuro del judaísmo

 

Israel y el futuro del judaísmo

David Hartman

Tanto en Israel como en otros países, muchos han creído, y siguen creyendo, que la creación del Estado de Israel tuvo como objetivo principal ofrecerles a los judíos una solución a sus sufrimientos, proporcionándoles un territorio nacional. Pero esta representación de Israel como un simple refugio contra la persecución constituye, a mi juicio, una concepción incompleta e inadecuada del sentido y de la importancia del renacimiento de Israel.
Sin duda, la persecución y los sufrimientos de los judíos desempeñaron un papel muy importante en su búsqueda nacional de independencia política, pero la revolución sionista también estaba profundamente imbuida de motivaciones idealistas en lo social, lo político y lo cultural. Muchos soñaban con un judío nuevo, con una transformación de la psique judía. El retorno a la tierra ancestral se consideraba no sólo desde el punto de vista de la seguridad física, sino también como un proceso de curación que liberaría a los judíos de la imagen negativa de sí mismos que habían interiorizado durante siglos de opresión y de impotencia. Para algunos pensadores religiosos como el rabino Abraham Isaac Kook, la revolución sionista estaba destinada a liberar energías espirituales que habían sido reprimidas por la condición antinatural del galut, del exilio. Rabi Kook confiaba en que un nuevo tipo humano judío emergería de la empresa secular, y a menudo atea, del sionismo.
Las esperanzas y los sueños de los judíos siempre han convergido hacia Jerusalén. Israel despierta pasiones ideológicas, pues allí se encuentra la fuente de la memoria de las aspiraciones históricas del pueblo judío. No se puede vivir en Israel, o siquiera tener una relación afectiva con ese país, sin ser afectado por las visiones de Isaías y de Amós, por la pasión de rabí Akiva, por el anhelo secular de los judíos del gran retorno a Jerusalén, donde se realizarán la justicia y el desarrollo humanos.
Por eso, no sorprende demasiado que las cuestiones prácticas urgentes de la seguridad y de la economía no sean las únicas preocupaciones de los israelíes. Los extranjeros se asombran de que en un país asediado, en pie de guerra, como Israel, se desarrollen constantes controversias internas absolutamente alejadas de los problemas de seguridad y supervivencia. Por ejemplo, se hacen y se deshacen coaliciones por la forma de aplicar la Halakhah a la sociedad.
No es casual entonces, que, desde la creación misma del Estado, la Biblia haya constituido la literatura nacional de ese país. A pesar de existir un fuerte rechazo a las bases teológicas de la Biblia, hubo –y creo que sigue habiendo– una profunda identificación con la perspectiva bíblica en cuanto a tipos y valores humanos, moral profética y aspiraciones sociales. No estoy sugiriendo que el país está impregnado de un pathos religioso bíblico: sólo digo que la vida judía en Israel está imbuida de algunas perspectivas históricas generales presentes en el texto bíblico, A diferencia de la Diáspora, en Israel, la sinagoga y la familia judía no pueden generar un sentido suficiente de vitalidad tendiente a hacer del judaísmo una opción viable para los judíos modernos.
En esta nota sostenemos que nuestro retorno a la tierra no sólo recrea algunas de las condiciones existenciales que conformaron las bases bíblicas del judaísmo, vinculadas a la Alianza, sino que el Israel moderno también les ofrece a los judíos una interesante oportunidad para reapropiarse de las características más notables de sus cimientos bíblicos. La aceptación de la responsabilidad por la existencia nacional judía será comprendida como una progresiva extensión de la interpretación rabínica de la relación de Alianza entre Dios e Israel.
El sionismo secular en rebelión
El sionismo surgió hace más de un siglo como una rebelión contra la concepción del pueblo judío como una comunidad de oración y estudio. La postura tradicional de esperar la liberación del exilio estaba inspirada en el relato bíblico de la salida de Egipto.
La historia del Éxodo servía como un paradigma fundamental de la esperanza histórica judía, que ponía el acento en el hecho de que, a pesar de su propia impotencia, la comunidad podía confiar en el poder redentor de Dios. El sionismo sostenía que sólo si los judíos asumían la responsabilidad por su futuro, la historia podía cambiar. Esto marcaba un fuerte contraste con la creencia bíblica de que los judíos no eran los dueños de su propia historia.
El exilio era el resultado del pecado, y sólo a través del regreso a Dios y a las mitzvot (teshuva) podía llegar a su fin su condición de exilio, por la gracia de Dios. La valentía de los judíos religiosos tradicionales para perseverar bajo todas las condiciones históricas se apoyaba en su creencia de que Israel era el pueblo elegido por Dios, y Dios no abandonaría definitivamente a Israel. Los primeros sionistas rechazaron este enfoque de la historia y de la esperanza judías.
Pero los primeros sionistas de ninguna manera rechazaban el legado judío en su totalidad. En muchos casos, consideraban la Biblia no sólo como el tesoro literario más grande del revivido idioma hebreo, sino también como una fuente fundamental de las normas éticas que podían guiar a los judíos a reconstruir su antigua patria.
Los primeros sionistas representaban todas las corrientes teológicas. Muchos eran francamente ateos, otros querían restaurar una fe bíblica sin las restricciones de la tradición rabínica, y otros adherían al misticismo de la tierra o a una religión del trabajo. Muchos estaban de acuerdo, por ejemplo, con la necesidad de crear nuevos formatos para celebrar las fiestas tradicionales judías. Hoy, en Israel, todavía existen kibutzim que celebran Pésaj como un “festival de la primavera”, usando un nuevo lenguaje y nuevas formas rituales, y muchas familias no religiosas realizan una cena tradicional de Pésaj con todas las costumbres tradicionales, aunque sin un cariz religioso.
Nada de esto era percibido como un problema serio por la mayoría de los sionistas. Si se dejan de lado los aspectos exteriores del sentimentalismo tradicional que expresa el apego de muchos sionistas a las costumbres judías, vemos que la fe en la supervivencia del pueblo judío y el compromiso con el Estado de Israel son los nuevos sustitutos del judaísmo tradicional. La corriente principal del pensamiento sionista rechazaba el punto de vista tradicional de que la Alianza con Dios en el Sinaí era constitutivo de la autocomprensión judía.
Muchos sionistas sostenían que la identificación con el destino histórico de la nación era no sólo necesaria para ser judío, sino también suficiente. Durante el exilio, el judaísmo encontraba un valor instrumental en preservar a ese pueblo de la desintegración, pero el nuevo espíritu nacionalista ofrecía un instrumento más efectivo para garantizar la continuidad del pueblo judío.
El antisionismo religioso de los primeros tiempos
Aunque la seguridad del Estado de Israel le interesa a la gran mayoría de los judíos, no todos los judíos comparten la misma valoración acerca del significado que tiene el Estado de Israel para la vida y la identidad judías. En un extremo del espectro de opiniones están los que le niegan todo significado religioso positivo al renacimiento de Israel. Para ellos, el establecimiento de un Estado judío representa una seria usurpación del papel de Dios y la Torah en la historia judía.
La reacción de algunos círculos religiosos tradicionales ante la aparición del sionismo fue intensamente hostil. El hecho de que varias naciones europeas estuvieron recuperando su independencia no tenía ningún significado para ellos. Creían que el establecimiento de un Estado no podía ser producido por acciones políticas del mundo secular, sino que debían resultar de la intervención redentora de Dios en la historia.
No esperaban multitudes de pioneros secando pantanos, sino una restauración judía que cumpliera lo que prometían las palabras enunciadas en el Talmud de Jerusalén (Kidushin 2:1): “Aunque sus padres fueron redimidos, volvieron a su estado de servidumbre; pero cuando ustedes sean redimidos, nunca más volverán a su estado de servidumbre”.
En la actualidad, los haredim mantienen el mismo escepticismo con respecto al sionismo: racionalizan su representación en el parlamento de Israel y su participación en coaliciones diciendo que sus instituciones educativas se benefician con el apoyo del gobierno. En Israel, como en otras partes, colaboran con las autoridades seculares, pero esto no implica que le otorguen un significado religioso al renacimiento de Israel. En sus academias de estudio no celebran el Día de la Independencia de Israel, ni dicen las plegarias de acción de gracias, Hallel, por el restablecimiento de la autonomía nacional judía, aunque pueden rezar por la protección de los miembros de las fuerzas de defensa israelíes.
No sólo se niegan los haredim a otorgarle algún significado espiritual al Estado de Israel, sino que también consideran al Estado en sí mismo como una amenaza para el futuro del judaísmo. Para ellos, un gobierno basado en formas seculares de poder político y en instituciones sociales es el archienemigo de la espiritualidad tradicional judía. A su juicio, Israel le ofrece al pueblo judío una nueva clase de identidad judía. El nacionalismo, la historia y el folklore sionistas, el idioma hebreo, la cultura israelí, la geografía y la arqueología de Israel, etc., son elementos de una forma de vida alternativa que tienden a desplazar a Dios, la Torah y las enseñanzas judías clásicas. Además, creen que la autonomía política judía ha producido un cambio psicológico hacia una autoafirmación y una autosuficiencia que aleja a los judíos de su postura tradicional de obediencia a la fe judía. El ethos sionista establece un fuerte contraste con la tradicional actitud de paciente espera del Mesías.
El sionismo religioso mesiánico
En contraste con el enfoque religioso antisionista, y diametralmente opuestos a él, están los que celebran a Israel dentro del contexto de una orientación mesiánica y redentora de la historia judía. Su experiencia de la vida judía está llena de vitalidad y dinamismo. Para ellos, el nacimiento de Israel representa el final del exilio y el comienzo de un cumplimiento de las visiones proféticas de la historia judía.
A medida que se intensificó el retorno a la Tierra de Israel, se incorporaron elementos religiosos a la revolución sionista secular. Para justificar su participación en la marcha judía hacia la independencia política, algunos empezaron a decir que el sionismo era el preludio de la venida del Mesías. Como señalamos antes, los judíos tradicionales sostenían que la única categoría política alternativa para el exilio era el establecimiento de una sociedad mesiánica. En consecuencia, cualquier intento de eliminar la situación de exilio debía justificarse en el marco de la promesa mesiánica. El intento más conocido en ese sentido fue el del rabino Kook, cuya filosofía presentaba un argumento similar a la “astucia de la razón” de Hegel.
Aunque los sionistas seculares creyeran que sus esfuerzos conducirían a un Estado socialista judío, en el cual la religión judía sería un anacronismo, Dios desviaría el curso de los acontecimientos para llevar a los judíos a un “reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19, 6). ¿Quién puede juzgar el modo en que el Señor de la Historia lleva a cabo su supremo designio para el mundo? Con este argumento, el rabino Kook justificaba la decisión de los judíos observantes para unir sus fuerzas a un movimiento político secular que proponía reemplazar la Halakhah y la conciencia judía de Alianza.
Esta clase de postulados teológicos hicieron posible que se unieran elementos religiosos con sionistas socialistas tanto durante el Mandato Británico como en las primeras décadas del Estado de Israel. Las implicaciones políticas de esos postulados se vieron después de la Guerra de los Seis Días, que desencadenó la fuerza potencial de esas aspiraciones mesiánicas entre una considerable cantidad de judíos religiosos.
La expansión del control israelí sobre la mayor parte de la Tierra Prometida fue vista como una confirmación de que el establecimiento del reino mesiánico estaba en proceso de cumplimiento. Se establecieron rápidamente asentamientos rudimentarios en muchos lugares, con la suposición de que pronto tendría lugar una gran afluencia de exiliados a Israel. Como en todas las expectativas mesiánicas anteriores, la realidad fue muy distinta. Los reveses de la guerra de Yom Kipur, el agotamiento de la inmigración judía, y la desilusión que acompañó las últimas etapas de la retirada del Sinaí, debilitaron el fervor mesiánico.
Pese al progresivo deterioro del ánimo jubiloso de la guerra de los Seis Días, la perspectiva religiosa ideológica predominante del sionismo religioso de hoy sigue siendo la teología mesiánica del rabino Kook. La vitalidad de los movimientos religiosos juveniles es alimentada por las enseñanzas de la tradición del rabino Kook. Cómo reaccionaría esta comunidad religiosa frente a un acuerdo de paz o una evacuación unilateral que exige un compromiso territorial, es un complejo problema político cuyo resultado es muy difícil predecir. Cualquier arreglo concerniente al mapa bíblico de Israel y, en consecuencia, al destino redentor mesiánico de Israel, socavaría la legitimidad del gobierno actual. Por eso es urgente, política y espiritualmente, encontrar nuevos canales para una valoración religiosa del renacimiento de Israel, que no vincule el significado de nuestro regreso al estatus de nación con la promesa profética de la redención mesiánica.
El sionismo desde el punto de vista de la Alianza
Al contrario del rabino Kook, yo creo que el sionismo religioso no debería considerar el surgimiento de Israel como una artimaña divina para apresurar el advenimiento del reino mesiánico. Existe una perspectiva alternativa desde la cual se puede adherir religiosamente a la revolución sionista secular: la idea de que Israel amplía el alcance potencial del compromiso halákhíco con los asuntos humanos más allá de los marcos limitados del hogar y la sinagoga. Los judíos de Israel tienen la oportunidad de colocar los problemas económicos, sociales y políticos en el centro de su conciencia religiosa. Las cualidades morales del ejército, las desigualdades sociales y económicas, las privaciones, el ejercicio del poder moderado por la sensibilidad moral, las actitudes hacia las minorías, hacia los trabajadores extranjeros, hacia los extranjeros en general, la tolerancia y la liberad de conciencia: todo esto constituye un desafío para nuestro sentido de la responsabilidad en el marco de la Alianza.
Visto desde esta perspectiva, la existencia del Estado de Israel evita que el judaísmo se limite a ser exclusivamente una cultura de estudio y oración. El tiempo sagrado simbólico –el Shabath, las festividades– ya no es el único marco que define la identidad judía. Al retornar a la tierra de nuestros antepasados, hemos creado las condiciones a través de las cuales la vida de todos los días puede traducir las bases bíblicas de nuestro destino como pueblo de la Alianza.
A primera vista, la afirmación de que la revolución sionista ha vuelto a llevar las exigencias de la Alianza a la conciencia espiritual judía parece completamente ajena a la realidad que se vive en la sociedad israelí. La conciencia religiosa en Israel se manifiesta fundamentalmente en dos campos: en la espiritualidad tipo ghetto que caracterizó al judaísmo en los últimos siglos, o en la pasión religiosa mesiánica expresada por los que siguen la teología de la historia del rabino Kook.
Las tendencias halákhicas del primer campo muestran un rechazo consciente de la modernidad. No hay en ellas ninguna aceptación de las nuevas oportunidades religiosas que ofrece la creación del Estado, sino más bien indiferencia hacia ellas. Sus actitudes enfrentan los mismos problemas halákhicos que enfrentaban los líderes religiosos durante nuestro largo exilio histórico, como por ejemplo, el kashrut (las reglas dietéticas judías), y el matrimonio. Hasta los años sabáticos y de jubileo, que tienen que ver con las ideas sociales y económicas del judaísmo, fueron reducidos a cuestiones sobre el tipo de alimentos que está permitido comer.
Por lo demás, el establecimiento del Estado de Israel no afectó en nada las prácticas religiosas de la comunidad. Me atrevo a decir que Israel es el último refugio en el mundo para que un judío secular se sienta cómodo con su punto de vista secular de la vida. En la sociedad judía israelí existe un rechazo mucho mayor al judaísmo tradicional que en muchas comunidades judías de la diáspora. En todo caso, el sentimiento antirreligioso ha crecido mucho como reacción a cierta agresividad política de algunos grupos de judíos observantes.
En cuanto al segundo campo, los que sostienen que Israel forma parte de una necesaria trama mesiánica no deben sentirse incómodos con la preeminencia del secularismo en Israel. Por el contrario, la teología de la historia del rabino Kook les permite considerar la revolución secular simplemente como una etapa provisoria en el plan de Dios para llegar a un eventual establecimiento de una sociedad judía mesiánica. La creencia en lo inevitable del proceso redentor mesiánico permite que muchos sionistas religiosos minimicen la importancia de la ausencia generalizada de una observancia seria y una sensibilidad religiosa en el país. Uno puede bailar con Ariel Sharon en una festividad religiosa con el mismo entusiasmo que muestran los estudiantes de una yeshiva al bailar con sus maestros de Torah. Los generales del ejército que nos llevan a la victoria sirven al proceso mesiánico. Lo que constituye un acto religioso no es necesariamente la motivación del agente, sino las consecuencias de ese acto. Muchos ateos o personas indiferentes a la religión, en el ejército o en la vida política, son percibidos como peones en manos del Señor de la Historia, que considera adecuado usar el poder militar y político de un Estado sionista secular para conseguir el triunfo del plan mesiánico divino.
Entonces ¿cómo puedo dar una versión aceptable de mi propio punto de vista, a pesar de lo que parece ser una aplastante evidencia en contrario? Mi respuesta mostrará un análisis conceptual de la manera en que yo creo que el sionismo secular ha enriquecido la conciencia judía de la Alianza, ofreciendo un nuevo marco para experimentar y desarrollar el judaísmo en el mundo moderno.
La creación, la autolimitación divina y la Alianza
La historia de la creación que figura en el Génesis proporciona el marco teológico y antropológico para entender el concepto de la Alianza del Sinaí. Según los primeros capítulos del Génesis, inicialmente Dios creía que los seres humanos reflejarían lo divino gracias a su magnífico poder como creador. Los hombres y las mujeres están hechos a imagen de Dios. Sin embargo, justamente este hecho contiene el germen de la alienación y de la rebelión contra Dios. Como el ser humano está dotado de la libertad de elegir, reflejo de la libertad de Dios, puede no reflejar necesariamente, como un autómata, la esperanza divina con respecto a la historia humana.
La voluntad de Dios no encuentra ninguna oposición en la creación de la naturaleza, pero sí encuentra oposición en la creación de los seres humanos. Este es un significado fundamental del relato del Jardín del Edén, Caín y Abel, y su continuación hasta la gran destrucción del Diluvio. Este expresa el disgusto de Dios cuando se contraría su voluntad. El Señor vio que la maldad humana se expandía sobre la tierra, y que sus designios eran desfigurados por el mal. Y el Señor lamentó haber creado al hombre, y su corazón se entristeció. Y dijo el Señor: “Voy a destruir al hombre… al hombre y a los animales…. (Gn 6, 5-7)
Hay que leer estos versículos refiriéndolos a los capítulos anteriores del Génesis en los que el Señor se complace al ver la creación, incluyendo a los seres humanos: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1,31) En la historia de la creación, el hombre y la mujer son la culminación. Si ellos fallan, toda la creación pierde sentido para Dios. Después del diluvio, Dios le prometió a Noé que separaría su acción permanente como creador de la naturaleza, de la conducta de los seres humanos. Entonces Noé construyó un altar para el Señor, y tomando todos los animales puros y todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. El Señor respiró el agradable aroma y se dijo a sí mismo: “Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho. Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán” (Gn 8, 21-22).
La naturaleza tiene un significado intrínseco como creación de Dios, independiente del comportamiento humano. Dios ya no destruirá la naturaleza por causa de la humanidad. El creador del universo establece una diferencia entre la naturaleza y la historia humana autoimponiéndose límites que distancian a Dios de los seres humanos. El Dios creador se convierte en un Dios de la Alianza cuando acepta que la voluntad divina por sí misma no basta para garantizar que el mundo de los seres humanos sea el reflejo de Su visión de la historia. Este cambio se revela en el contraste entre Abraham y Noé.
La plegaria de Abraham por el pueblo de Sodoma refleja la decisión del Dios todopoderoso de la creación de convertirse en el limitado Señor de la Historia. Abraham se erige frente a Sodoma como un responsable ante Dios y como un “otro” digno. Los rabinos señalan el contraste entre el comportamiento de Abraham y el de Noé. Cuando Dios le dice a Noé que destruirá el mundo, Noé acepta pasivamente el decreto divino. En cambio, cuando Dios le dice a Abraham que destruirá las dos ciudades en las que reina el mal, Abraham argumenta largamente en nombre del inocente que podría ser aniquilado junto con el culpable (Gn 18, 23-33). En el caso de Abraham, Dios se sintió obligado a consultar con su socio de la Alianza antes de implementar su plan. “¿Por ventura voy a ocultarle a Abraham lo que hago, siendo así que Abraham ha de ser un pueblo grande y poderoso, y se bendecirán por él todos los pueblos de la tierra? Porque yo lo conozco y sé que mandará a sus hijos y a su descendencia que guarden el camino del Señor, practicando la justicia y el derecho, de modo que pueda concederle el Señor a Abraham lo que le ha prometido” (Gn 18, 17-19)
Este avance hacia la responsabilidad en el marco de la Alianza alcanza su punto máximo en el Sinaí, cuando toda una nación es convocada a implementar en su forma de vida la voluntad de Dios, tal como está expresada en las mitzvot. En contraste con el mundo de la naturaleza, donde la voluntad de Dios se manifiesta como un poder absoluto, en el Sinaí la comunidad es llamada a compartir la responsabilidad por la historia. La Alianza mediatizada por las mitzvot continúa el cambio del marco de referencia de una trama teocrática, en la que Dios busca mantener un control total (los relatos de la creación y del éxodo) a una trama de Alianza, en la cual se le encomienda a una comunidad humana la responsabilidad de construir una sociedad que revele la presencia de Dios en la vida humana. “Y yo seré santificado en medio de la comunidad de Israel” (Lv 22, 32).
La Alianza y la responsabilidad humana
Desde un punto de vista talmúdico, en el que Dios es mediatizado en la acción halákhica, sería legítimo decir que cualquier acontecimiento que nos lleve a ampliar la aplicación del sistema normativo halákhico intensifica el sentido de la presencia de Dios en la vida cotidiana. Sin embargo, me gustaría hacer una afirmación aún más fuerte en el sentido de que un rechazo de la postura tradicional de espera de la redención mesiánica puede ser considerado como una prolongación, una elaboración y una intensificación del espíritu de responsabilidad, en el marco de la Alianza, que aparece en los relatos referidos a los Patriarcas y al Sinaí, y sobre todo, en la tradición rabínica. No estoy diciendo que esto era lo que pensaban los fundadores del sionismo, pero la reconstrucción y la renovación de la forma de vida nacional de la comunidad extendió y desarrolló la comprensión que tenía la tradición rabínica del papel asignado a los seres humanos en la Alianza.
En la tradición rabínica, Israel no sólo está llamada a implementar las normas de la Alianza, sino también a analizar, definir y expandir su contenido. Dios ya no es el intérprete final de su propia ley, como en la tradición bíblica. Ahora está preparado para aceptar el veredicto de los eruditos de la academia rabínica que declararon que la Torah “no está en el cielo” (Dt 30, 12). En la tradición rabínica, la revelación no basta para definir cómo debe interpretarse la Torah y aplicarse a situaciones concretas.
La tradición rabínica abandonó el dominio que ejercía sobre el paradigma bíblico de la revelación y la necesidad de la profecía, habilitando a los seres humanos a revelar y expandir el significado de la Torah a través de la reflexión racional y la argumentación legal. En el conocido relato talmúdico de la discusión sobre el estatus ritual del “horno de Aknai”, R. Eliezer invocó la ayuda divina para persuadir a los sabios de aceptar su posición, pues no había podido convencerlos con argumentos legales. Como diversos milagros tampoco lograron persuadir a los sabios de su punto de vista, rabí Eliezer les dijo: “Si la ley es como yo digo, ¡que sea demostrado desde el cielo!” Entonces una voz proveniente del cielo preguntó: “¿Por qué discuten con rabí Eliezer, si ven que en todos los aspectos, la ley es como él dice?” Pero rabí Joshua se puso de pie y exclamó: “[La ley] no está en el cielo” [Dt 30, 12]. ¿Qué quiso decir con esto? Dijo rabí Jeremías: “Que la Torah ya fue entregada en el Monte Sinaí; no le prestamos atención a una voz celestial, porque Tú escribiste hace mucho tiempo en la Torah en el Monte Sinaí, ‘Ante la mayoría hay que inclinarse’” [Ex 23, 2] (T.B. Baba Metzia 59b)
Los rabinos entendieron que “No está en el cielo” significaba que los seres humanos podían definir y expandir el significado de la palabra de Dios sin necesidad de profecías ni milagrosas intervenciones divinas. Sin embargo, al mismo tiempo que mantenía con firmeza que la Torah no estaba en el cielo, el judaísmo rabínico seguía con la idea bíblica de que la historia estaba en el cielo. La historia judía a nivel nacional se seguía percibiendo en términos del modelo del éxodo de Egipto, en el cual el omnipotente Señor de la Historia había salvado milagrosamente a un pueblo indefenso.
La comunidad de la Alianza asumió la responsabilidad por el significado de la palabra de Dios. Estudiar se convirtió en la nueva expresión predominante de la pasión religiosa. Rabí Akiva, uno de los precursores de la dinámica y audaz tradición intelectual interpretativa del Talmud, que expresó durante su vida un compromiso con Dios y un amor absoluto por Él, decía que el libro paradigmático para entender a Israel y a Dios era el Cantar de los Cantares. “Todos los libros de la Biblia son sagrados: el Cantar de los Cantares es el más sagrado de todos” (Yadayim 3, 5). En el período rabínico, las metáforas centrales de la relación de Alianza con el Dios de Israel lo describen como maestro y amante.
A pesar de haber convertido el papel de la profecía y de los milagros en mediaciones del amor y la intimidad de Dios, la tradición rabínica no neutralizó del mismo modo la necesidad de una intervención divina milagrosa con respecto a la existencia política nacional del pueblo judío. Las actitudes hacia la historia siguieron estando caracterizadas por un anhelo, semejante a la plegaria, de una intervención divina en la historia que pusiera fin al sufrimiento del exilio judío y la inseguridad nacional. La liberación política judía -el retorno de Israel a su antigua patria nacional- se concebía en términos del paradigma bíblico del éxodo de Egipto. ”Que Él, que realizó milagros por nuestros antepasados para liberarlos de la esclavitud, nos salve pronto y reúna a nuestros hermanos dispersos en los cuatro rincones de la tierra… (Plegaria para el nuevo mes).
Los judíos han esperado la redención. La liberación sería otorgada por un poder superior independiente de toda iniciativa humana. En contraste con la cultura del beit midrash (la academia de la Torah), en la que los judíos no sentían ninguna necesidad de una intervención revelatoria para saber cómo aplicar la Torah, fuera de las academias, el poder de Dios era absoluto y supremo. Aquí los judíos debían esperar pacientemente la intervención de Dios. Aunque la Torah no estaba en el cielo, el destino histórico de los judíos lo estaba.
La revolución sionista extendió el espíritu rabínico de confianza y fe en la iniciativa humana hacia nuevas dimensiones, liberando a los judíos de su orientación tradicional a la pasividad y su esperanza histórica basada en una dependencia absoluta del Señor de la Historia. Según lo que yo llamo un enfoque del judaísmo en términos de Alianza, la fundación del Estado de Israel no representa un signo del inminente despliegue de la escatología religiosa, sino una nueva y apasionante etapa en un proceso que comenzó en el Sinaí, donde Israel estuvo preparado para aceptar el autolimitado amor de Dios como principio teológico central de su forma de vida religiosa.
En la actualidad, los judíos estamos en condiciones de desarrollar más el concepto de Alianza que se inició en el Sinaí, ampliando la conciencia de la Alianza para incluir en ella la responsabilidad por nuestro destino histórico. La comunidad de la Alianza está llamada a completar el proceso que comenzó en el Sinaí, dando testimonio de la idea de que sin la autolimitación divina, Israel no puede asumir un papel histórico maduro y responsable en su relación de Alianza con Dios.
Podemos resumir las diferentes etapas de este proceso de la Alianza del siguiente modo. La Biblia ha liberado la voluntad del individuo para actuar con responsabilidad. “Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él” (Dt 30, 19-20). El Talmud liberó el intelecto para definir el contenido de la Torah. El sionismo liberó la voluntad de la nación para hacerse políticamente responsable, para promover la “reunión de todos los exiliados” y para restablecer a Israel como una nación de la Alianza en la historia, sin depender de una intervención divina en la historia humana.
El Estado de Israel es, a mi juicio, el principal catalizador para repensar el significado de Dios como Señor de la Historia. El futuro del judaísmo depende de nuestra capacidad de descubrir formas significativas de relacionarnos con el amor y el poder de Dios, en un mundo en el cual la historia, como la Torah, no está en el cielo.

David Hartman (1931) es un rabino y filósofo norteamericano e israelí del judaísmo contemporáneo, fundador del Instituto Shalom Hartman de Jerusalén, Israel. Este artículo fue publicado en la página web del Instituto: http://www.hartman.org.il
(Traducción del inglés: Silvia Kot)
2010-10-03

viernes, 17 de junio de 2011

El discurso de Obama, la frontera del '67 y el “No” de Netaniahu

El discurso de Obama, la frontera del '67 y el “No” de Netaniahu
Autor: Shlomo Wodner*, Guivat Brenner



En el año 1967, durante seis días, del 5 al 10 de junio, Israel ocupó el Sinaí, Gaza, Cisjordania, Jerusalén Oriental y las Alturas del Golán. Todo era euforia; habíamos reunificado Jerusalén, derrotado a dos grandes potencias árabes que contaban con el apoyo del llamado bloque socialista. La dirigencia política, en particular el Mapai (Partido Laborista israelí) y sus dirigentes históricos, se preguntaban: ¿cómo seguir? Había que fortalecer nuestras fronteras, sobre todo, alejarlas de las grandes ciudades. Prepararse para la futura confrontación.
Pocas voces se alzaron para decir: este es el momento para lograr una paz duradera y segura con nuestros vecinos. Se impuso la línea Igal Alón, la de los hechos consumados. Era la experiencia de otros conquistadores. Poblar con asentamientos judíos y enclaves militares los territorios ocupados; “el tiempo juega a nuestro favor”; llenaremos los territorios conquistados con miles de judíos y en caso de tener que negociarlos, tendremos más fuerza.
¿Y los árabes? Estaban en shock. En octubre de 1973, el día 6, el día de Iom Kipur, los viejos derrotados, Egipto y Siria, atacaron militarmente a Israel: 2.656 muertos y 7.250 heridos de nuestra parte, 15.000 muertos y 35.000 heridos del lado árabe. Recién el 11 de noviembre se estableció el alto al fuego.
Le siguió Camp David; el 17.9.78 devolvimos el Sinaí a cambio del reconocimiento por parte de Egipto del Estado de Israel y un régimen autónomo para Cisjordania y Gaza, con presencia militar israelí.
El Laborismo histórico perdió el poder a manos del Likud; Menajem Beguin era la nueva figura. Se incrementaba la presencia de asentamientos en los territorios ocupados; ya eran miles, algunos por ideología, otros por ventajas económicas, el nacionalismo exacerbado crecía en ambos lados del conflicto.
El 6 de junio de 1982, Israel invade el Líbano para expulsar a la OLP y a su líder Iaser Arafat. La llamada Primera Guerra del Líbano. La ocupación duró largos meses, las muertes crecieron, entre los nuestros 1.216 muertos y 4.000 heridos; entre los árabes 10.000 muertos y 17.000 heridos. El 16.9.82, las masacres de Sabra y Shatila. El conflicto terminó con la retirada de la OLP y el establecimiento de una zona de seguridad, ya en territorio libanes, para “mejorar nuestra seguridad”. En la Guerra de los Seis Días, en la zona no hubo conquistas territoriales. ¿Y los árabes? A fines de 1987, la primera intifada en Cisjordania y Gaza duró hasta el 13 de septiembre de 1993, con los Acuerdos de Oslo. Otro resultado: 160 israelíes y 1.162 palestinos muertos entre 1990 y 1991 durante la Guerra del Golfo, fuera de nuestras fronteras. Estados Unidos frente a Irak, los misiles rusos lanzados por Irak sobre la población civil israelí produjeron 378 muertos. Entre los árabes, más de 30.000.
Los asentamientos crecían, sin prisa y sin pausa. Había que garantizar nuestra seguridad. Llegó la segunda intifada, la llamada de Al-Aksa, el 29.9.2000.
En 2006, Ariel Sharón cambia de línea, nos retiramos de la Franja de Gaza unilateralmente. Hasta 2005 nuestra política de asentamientos tenía cifras no pequeñas: en Cisjordania 258.988 judíos, en el Golán 17.793 judíos, en el sector oriental de Jerusalén 184.057 árabes tenían cédula de identidad israelí y podían votar para las elecciones municipales, manera elegante de convertirlos en ciudadanos israelíes. En los territorios ocupados, generaciones nuevas de árabes sólo conocieron la presencia de nuestros soldados en sus poblados. Seguíamos siendo el ocupante. Había que garantizar nuestra seguridad.
El 12 de julio de 2006, la Segunda Guerra del Líbano, esta vez contra Hizbollah, que duró hasta el 14 de agosto de 2006, con 116 soldados nuestros muertos y 41 civiles. Del lado árabe, 1.200 muertos y 4.000 heridos.
En Gaza, Hamás gana las elecciones y en poco tiempo toma por la fuerza de las armas el poder, desalojando a la OLP.
¿Para que toda esta larga introducción de datos, tragedias, fracasos? Sólo para reflexionar juntos. Ninguno de los dos lados en conflicto, ha sacado conclusiones positivas. Hoy los asentamientos sobrepasan los 350.000 habitantes. Y la pregunta que nos hacemos: ¿hay alguna fuerza política -de derecha
o hipotéticamente de izquierda- que pueda desalojar los asentamientos sin producir una quiebra en el seno del pueblo judío?
La dirección palestina, en todas sus variantes, ¿acaso no conoce esta realidad, lamentable, a la cual pocos nos opusimos, pero realidad al fin? Y si la saben, y la sabe también Barack Obama, entonces, porque no se cambia el discurso en aras de una paz verdadera y segura, por una propuesta clara. ¿Compensación de los territorios ocupados y asentados, por territorios israelíes? ¿El primer ministro Netaniahu y el resto de la derecha israelí no tienen la iniciativa de proponer un plan concreto, con lugares geográficos, dispuestos para tal intercambio? O la pregunta es tonta. Y si la es, ¿significa que Bibi y sus socios, no quieren realmente la paz?
¿Y la dirección palestina? Levanta la consigna: derecho de regreso de los refugiados del año 1948. ¿Es que somos ingenuos? O no está claro, ¿que el regreso de todos los refugiados palestinos a Israel sería la terminación demográfica y política del Estado judío y la conversión de la judería israelí, en una minoría, en Israel? La dirección palestina lo sabe. ¿Por qué lo sigue formulando como condición intransigente para un acuerdo de paz? ¿Será que tampoco está interesada en lograr la paz? ¿Será por las directivas que reciben de Irán y Siria? Si estos dos grandes temas, asentamientos y refugiados, amén de Jerusalén Oriental, tienen tanto peso, y ya han costado tanto dolor a ambos pueblos, ¿por qué no hay iniciativas para encontrarle una solución? La hay, si hubiera deseos reales de paz.
¿Es que ese camino no lleva al dominio mundial del fundamentalismo salafista, encabezado por la no árabe Irán y por Siria? ¿O es que Netaniahu, Hamás, Abu Mazen y Hizbollah no pueden vender a sus pueblos una solución negociada y segura de pazsino solamente la violencia, la destrucción y la incertidumbre permanente?
Después del discurso de Obama y el “No” de Netaniahu, volveremos a otro confrontación donde, para garantizar nuestras fronteras, tengamos que seguir matando. ¿A cuantos palestinos? A 10.000, a 50.000, y que los misiles caigan, ahora sí, en Tel Aviv, en Haifa, en Beer Sheva, en Eilat, y la población civil y nuestros hijos tengan que seguir dando una cuota de sangre, para prevenir que no tengamos otro Holocausto.
Los europeos, los rusos, los chinos, asistirán a otro enfrentamiento en la región como espectadores, para ver quién gana la partida Del lado palestino, despertarán, como en otros países árabes de la zona, y los jóvenes dirán “Basta” a esta tragedia.
Basta de preguntas; es claro que se puede llegar a acuerdos.. Hay que manifestarse, con claridad y sin miedo, en particular entre los palestinos, como lo están haciendo en otros países. Entre nosotros, no tener miedo a ser tildados de traidores o de “almas caritativas”, mote despreciativo a aquellos que aspiramos a una paz verdadera y segura con nuestros vecinos. Hay que llamar a cada uno por su nombre. A Hamás, organización terrorista, salafista, anti democrática, que nos quiere borrar del mapa; otro tanto a Hizbollah, o a aquellos que no quieren nuestra presencia en la zona. A nuestro Gobierno formado por Netaniahu más Lieberman más Shas como mercaderes de la guerra, incapaces de brindar iniciativas políticas y solamente respuestas de bravucones. A los norteamericanos, manipuladores, que con lindos modales, siguen sosteniendo la dictadura siria y la de Arabia Saudita, con tal de garantizar sus bazas en la zona con tanto petróleo.
La declaración unilateral del reconocimiento palestino como país independiente, no se puede hacer sin el acuerdo con Israel; es una ficción o un acto de propaganda y con la propaganda no se construye el Estado palestino. Es posible una salida negociada; sólo hay que tener vocación política y social, cosa que le falta a nuestra dirección política, no sólo frente a la paz y la guerra, sino también frente a la situación social de los sectores más pobres de nuestro pueblo.Del lado palestino, se cuecen las mismas habas.
*Shlomo Wodner es dirigente del movimiento sindical Fuerza Latina Israel. 

miércoles, 15 de junio de 2011

El faraón de los tiempos de Moshé

El faraón de los tiempos de Moshé



Los arqueólogos mantienen desde largas décadas, discusiones acerca de quién era el faraón del que los judíos escaparon. Si Tutmose II fue el faraón del cual huyó Moisés, es posible que Tutmose III fuese el faraón del Exodo.
El historiador judío Flavio Josefo escribió lo siguiente: ``Sucedió que el faraón del cual Moisés había huido, murió y un nuevo gobernante ocupó el poder”. Después de la muerte de Tutmose II, su hijo, no el que tuvo con Hatshepsut, se convirtió en el faraón. Tutmose III reinó conjuntamente con la reina Hatshepsut hasta la muerte de ella en el año 1482 a.C.
A continuación gobernó solo hasta aproximadamente el 1450 a.C. También se sabe que Tutmose III estaba tan celoso de los actos realizados por la reina Hatshepsut que uno de sus primeros actos, después de morir ella, fue purgar su nombre de todos los monumentos de Egipto.
Otro dato interesante, del que ha quedado constancia en la historia, acerca de Tutmose III es que fue el más grande conquistador de la historia egipcia, y se le conoce como el Napoleón del antiguo Egipto. Durante su reinado dejó constancia escrita de que había subyugado a los etíopes.
Aunque la Biblia no menciona estos acontecimientos, el historiador judío mencionado afirma lo siguiente: ``Se produjo un estado de guerra entre los egipcios y los etíopes. Para esa fecha Moisés había crecido y se había hecho hombre. Los dos lados participaron en una terrible batalla en la que los etíopes salieron victoriosos y siguieron adelante intentando conquistar todo Egipto. Los egipcios, buscando ayuda, interrogaron a sus sacerdotes y éstos les revelaron que debían de nombrar a Moisés su general… Entonces Moisés se convirtió en el comandante de un gran ejército. …En un ataque sorpresa en contra de los etíopes, Moisés llevó a sus tropas a la victoria”.
Puede ser que Tutmose III, por lo celoso que estaba, se acreditase las victorias sobre los etíopes, a pesar de que fue Moisés el que las obtuvo.
Josefo menciona también
que Moisés se casó con una mujer etíope después de este conflicto: ``Gracias a la valentía de Moisés, la hija del rey de Etiopía, Tarbis, vio a Moisés y se enamoró perdidamente de él. Entonces le envió una delegación de los siervos en los que más confiaba para proponerle matrimonio. El aceptó, con la condición de que ella le rindiese a él la ciudad….Después de que Moisés hubo castigado a los etíopes, alabó a Dios y a continuación celebró su matrimonio”.
La Biblia también menciona que su esposa era etíope en Números 12:1: ``María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita (etíope) que había tomado; porque él había tomado mujer cusita”. Josefo también escribe: ``Entonces el faraón del cual había huido Moisés, murió y otro gobernante ocupó el poder. Moisés viajó a su palacio y le recordó las victorias que había conseguido para Egipto en la guerra contra Etiopía….También le habló al faraón sobre lo que le había sucedido en el Monte Sinaí y cuando el faraón se rió, Moisés le mostró las señales”.
Según la Biblia, después de las diez plagas que había enviado Dios contra Egipto, Israel pudo salir de allí, pero el faraón se puso a la cabeza de su ejército para perseguirles en el Mar Rojo.
La Biblia dice lo siguiente: ``Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería del faraón, sus carros…. Y cuando se acercó el faraón, el pueblo de Israel elevó sus ojos y he aquí los egipcios que iban tras de ellos. De modo que estaban atemorizados y el pueblo de Israel clamó al señor…”. ``Y volvieron las aguas y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército del faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno” (Exodo 14:23-28).
La Biblia dice en Salmos 136:13-15: ``Al que dividió el Mar Rojo en partes, e hizo pasar a Israel en medio de él, y arrojó al faraón y su ejército en el Mar Rojo”.

domingo, 12 de junio de 2011

La DIVINIDAD DEL MESIAS?

      Actualmente hay un movimiento entre las  iglesias, mas que todas evangelicas  un despertar de  conocimiento con referente a  las  raizes hebreas de la  biblia y se  ha encontrado en esta  biblia muchas  respuestas a  las  interrogantes  que  los  creyentes  han  tenido durante  años  sobre  la  escritura, han  podido entender  mejor el  pensamiento del  Mesias y los  escritores de  la  biblia, pues  se han  dado cuenta que es  diferente el  pensamiento  judio que el pensamiento Griego Romano que  ha  interpretado estas escrituras, ya  que  como es  una  cultura diametralmente opuesta a  la  occidental y  por  decirlo asi, a  la  gentil, los  conceptos  varian, son  diferentes, mientras el pensamiento Griego Romano, puede  ser  abstracto, el pensamiento del  judio entonces es  mas concreto, cito un  ejemplo, el concepto de  amor para un gentil, es  algo platonico, es  ''un sentimiento  profundo que  me  hace  sentir  feliz  estar a tu lado y podria estar toda  la  vida  contigo'', el  pensamiento entonces en cuestion  Judio, va  hacia  la  accion, " que  puedo  hacer por ti para que  te sientas   bien, te  sientas  feliz", Tomando  este  ejemplo la  perspectiva  entonces  leer la  escritura  cambia.
   Ahora  bien muchos  amigos  que  tengo mientras  estaban en la  iglesias  cristianas y  ahora  abrazan el mesianismo, empiezan a  desconocer la  divinidad del   Mesias, solo lo  consideran el hijo de  YHWH
que  vino a  morir por  la   salvacion de la  humanidad, a  pesar de que  en la  escritura afirma  en innumerables   versiculos que Yahshua es el Mesias, La  palabra encarnada, YHWH mismo, lo  niegan, tal vez  queriendo ser  mas  Judios sin serlo, que  los mismo judios que  no creen.
   Cuando les  he  hecho la pregunta  por que  Tomas, cuando se le aparecio el Señor le  dijo, Señor y  mi  ELOHIM, y se  arrodillo", no  saben  responder al igual que cuando le  preguntaron al mesias" Señor  muestranos al  padre?", y el  les  respondio,"Tamto  tiempo con  UDS y no lo habeis  visto?, el que me ha  visto a  mi, habeis visto al pedre, pues el y yo   UNO SOMOS''. Si Ud  busca el libro de romanos capitulo 9  verso 5, hay tiene  un versiculo, que afirma  lo que  estoy  sosteniendo a igual que  la  1 de juan capitulo 5, verso 7 y verso 20, y  entonces que  coclusion  llegamos? a  la  misma que se  ha  sostenido siempre,Yahshua,es  YHWH encarnado,dicho en cristiano, Jesus  es Dios encarnado, no  hay confucion, para mis hermano que  ya dejaron de creer  en su  divinidad lamentablemente se convirtieronen Testigos  de Jehova mesianicos