lunes, 17 de septiembre de 2012

Israel frente a las amenazas del mundo árabe, el antisemitismo y la descohesión social

Israel frente a las amenazas del mundo árabe, el antisemitismo y la descohesión social

Rafael Ben-Abraham Barreto*


Israel afronta como nunca en su historia reciente retos claves para su supervivencia como estado moderno, avanzado, democrático, plural y vanguardista en ciencia, cultura y tecnología frente a las amenazas sistémicas del mundo árabe, el programa nuclear iraní, el antisemitismo global y la descohesión social fruto de los desajustes económicos internos como se ha podido constatar con la emulación de movimientos de protesta al estilo del 15-M español o las sonadas acampadas de los países musulmanes y la falta de liderazgo definido como fruto de su fragmentación política.
El Estado de Israel libra diariamente desde su creación en todos los frentes una batalla sin cuartel por su supervivencia como nación soberana.
Minuto a minuto el pueblo judío asentado en la margen occidental de Palestina (nombre dado por los romanos para solapar la identidad judía de Eretz Israel) renueva el cumplimiento de la promesa dada por Dios a nuestros ancestros Abraham, Yitzhak y Yaacov, y bien es sabido que la asunción de esa herencia no era gratuita pues desde siempre se ha tenido que ganar a pulso, con esfuerzo, sudor y sangre desde la salida de Egipto y recepción de la Torá en el monte Sinaí hasta nuestros días; sufrir la dominación babilónica y romana, con la doble destrucción del Santo Templo de Jerusalén; las consiguientes persecuciones acontecidas desde la Edad Media, pasando por la Inquisición, hasta el Holocausto del siglo XX que acabó con la vida de seis millones de personas.
Ahora cuando ni siquiera ha transcurrido un siglo, percibimos la amenaza de un nuevo exterminio, en esta ocasión, con el sello persa o iraní, mientras la comunidad internacional parece perder el tiempo debatiendo sobre el sexo de los ángeles, con dilaciones acerca del hipotético uso de la energía nuclear de Irán o llamadas de atención a los exabruptos antisemitas o nazis de Mahmoud Ahmadinejad.
A tenor de los titubeos diplomáticos y la tibieza de las sanciones económicas o embargo contra el régimen iraní por parte de la ONU y de Estados Unidos, Israel se encuentra solo ante las cuerdas y a merced de los lobos, con las manos casi atadas para adoptar una decisión contundente que requerirá mucho estudio y reflexión. Cuando Irán disponga de la bomba atómica no habrá retorno y estaríamos en la fase de cuenta atrás para el Armaguedon en Oriente Medio; es decir, en el umbral de un conflicto nuclear regional, de consecuencias impredecibles.
Evitar el paso fatídico de Irán
Habría que evitar a toda costa que Irán dé ese paso fatídico, aunque sería necesario analizar todas las alternativas disuasorias posibles antes de emprender una acción militar selectiva unilateral llegado el caso, dado que está en juego la seguridad de la población y la propia supervivencia del Estado de Israel y no basta esgrimir como justificación de un eventual ataque contra las instalaciones persas las previsiones de 500 muertos en el lado israelí.
Cada vida humana cuenta y el costo de cualquier resolución debiera ser cero, aunque reconozco que es muy difícil conseguirlo. El costo sería incalculable.
Abundando sobre este aspecto, el Gobierno debería atender los consejos de los altos mandos militares y de los sectores contrarios a cualquier iniciativa de ataque unilateral contra Irán, al menos, hasta agotar todas las vías diplomáticas y de negociación. Modestamente, insisto en que Israel no puede permitirse el lujo de equivocarse. Si actúa, no debe haber margen de error, porque sería catastrófico, no sólo desde el punto de vista de la supervivencia física, sino desde la perspectiva del aislamiento y la profundización de la inestabilidad política y geoestratégica de los países vecinos hostiles que avanzan hacia el radicalismo y la intransigencia.
Hoy por hoy, Israel está solo frente a la amenaza iraní, a pesar de los titubeos de Estados Unidos que no termina de deshojar la margarita de si respalda o no una eventual paralización definitiva del proceso de nuclearización del régimen de Teherán que no oculta su deseo de aniquilar o borrar del mapa al Estado hebreo, que, por cierto, sería una perita en dulce para quienes se han propuesto echar a los judíos al mar desde que retornaron a su patria ancestral tras la participación de la Palestina en el otoño de 1947 y posterior declaración de Independencia del 14 de mayo de 1948.
Es decir, en caso de conflicto sólo cabría apelar al poderío militar del Ejército de Defensa de Israel (IFD) y nadie garantiza que arrastre al resto de países musulmanes vecinos. No hay que perder de vista la visita a Irán del nuevo presidente de Egipto, Mohamed Mursi, en el contexto de la Conferencia Internacional de Países No Alineados celebrada recientemente en Teherán, y de la influencia que el régimen de los imanes ejerce sobre gobiernos musulmanes y su patrocinio del terrorismo internacional.
Encara varios frentes abiertos
No en vano, Israel encara, además, varios frentes abiertos tanto externos como internos: la crisis en Siria, la inestabilidad en Líbano; el nuevo marco de relaciones con Egipto desde la caída de Hosni Mubarak y el ascenso al poder mediante las urnas de los Hermanos Musulmanes, que no constituye una garantía para el futuro de los acuerdos de Camp Davis (Estados Unidos) de 1978; y el proceso de Paz con la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que se encuentran en punto muerto; la sombra de una recesión económica, como lo constatan el aumento del paro y de la pobreza; y el descuido de la cohesión social que se ha evidenciado con la aludida contestación de un sector de la sociedad en la calle.
Unos aspectos que podrían encuadrarse entre sus debilidades potenciales. Sin embargo, sobresalen sus valores y fortalezas enmarcados en su alta capacidad de respuesta ante la adversidad, creatividad, crecimiento, investigación, innovación y desarrollo científico y tecnológico exponenciales entre sus competidores de países desarrollados o emergentes. Unas cualidades que, desgraciadamente no son lo suficientemente apreciadas o ponderadas en el exterior, tal vez viciado por los prejuicios antisemitas, judeofobia, o sencillamente, por el más antiguos de los males que aquejan a la humanidad, la envidia.
El mundo es inconcebible sin Israel.
*Periodista de Islas Canarias, España