lunes, 4 de marzo de 2013

Israel y nuestras deudas cristianas pendientes…

Israel y nuestras deudas cristianas pendientes…
Edwin Sánchez Delgado *


En América hemos nacido y crecido - y sobre todo multiplicado- en medio de un sempiterno rechazo a Israel, y no distinguimos entre lo que es su pueblo y algunos de sus políticos, ni tampoco entendemos lo que es vivir en este mundo con casi todas las sesgadas traducciones de la Biblia en contra.
Nuestras biblias fueron pasadas del hebreo y del griego al lenguaje de la persecución contra los israelitas, forzados por los monarcas europeos a abandonar religión, bienes y nombres.
Cualquiera que tenga en su casa las versiones Reina Valera, de Las Américas, de Jerusalén, Dios Habla Hoy y King James, leerá a los judíos reducidos a una turba agresiva contra Jesús, a pesar del perdón que Él eleva a Dios para quienes se involucraron directamente en su muerte: "No saben lo que hacen".
Por lo general, tales traducciones se refieren con los términos de "pueblo", "gente", "multitud", a la audiencia de Jesús cuando busca sanidad o consuelo. Pero los editores se "olvidan" de recordar que esa misma muchedumbre era judía.
Cuando aparecen detractores del Rabí, los eruditos ya no hablan de pueblo, sino que subrayan interesadamente su nacionalidad: judíos. De tal manera que en el imaginario colectivo quedó la profunda huella antisemítica de que todo lo relacionado a la heredad de Jacob es maligno. Esto nos conduce al más grave cargo que se le puede imputar a una nación en toda la historia de la humanidad: ¡Deicidas!
¿Y los 5 mil que querían coronar a Jesús de rey, sin contar las mujeres y los niños a quienes el Señor les multiplicó los peces y los panes? No vinieron de otro planeta, eran judíos.
De los alterados relatos de los Evangelios es que se ha nutrido nuestra cultura, y por eso, desde el inconsciente colectivo, nos movemos contra Israel. El pastor Sixto Ulloa me ofreció la Biblia Para Todos, Traducción en Lenguaje Actual, 2002. En esta edición, llamada también Versión en Lenguaje Sencillo, se supera el yerro al ubicar con precisión quiénes instigaron la muerte del galileo: los jefes, no la población judía.
Desde el Cid hasta Mel Gibson
Perversamente, hay una manipulación contra líderes latinoamericanos progresistas por sus referencias a Israel en tono negativo, ocultando cuál es la matriz de estas declaraciones, a veces convertidas en decisiones de Estado. Solo se acusa de antisemitismo a la izquierda, y se callan las voces cuando la insidia, más
prolongada además, proviene de la derecha.
Desde posiciones conservadoras se plantea que los que empuñan la bandera socialista de por sí llevan instruidos en su código genético la destrucción del Estado reconocido en 1948. Sin embargo, eso es lo que se vino modelando con precisión de orfebre desde la religión, hasta que Juan Pablo II pidió un perdón histórico a la Casa de Israel. Esta no es una tirria de socialistas contra judíos, sino de cristianos intolerantes contra israelitas.
A la descendencia de Abraham, vía Isaac, se le ataca desde El Cid Campeador. De esto no escapan los evangélicos: Martín Lutero, el impulsor de la Reforma Protestante, mandó quemar sinagogas judías por ser "guaridas de demonios". Ni consagrados autores: "Endiablada raza de judíos", "Era éste judío rencoroso y vengativo, como todos los de su raza". (Béquer Gustavo Adolfo. Rimas y Leyendas: La rosa de la pasión.)
Mel Gibson, un católico ultraconservador, en las antípodas de líderes izquierdistas, con su filme de "La Pasión de Cristo", dejó ir toda su carga antijudía, tanto en las caracterizaciones de los personajes como en la exageración del cuerpo desgarrado del Hijo de Dios.
En la actualidad aún quedan ciertas corrientes evangélicas que se proclaman "pueblo escogido", porque Dios, dicen, reemplazó a los judíos.
El sacrificio de Jesús pudo ocurrir en cualquier parte y los resultados serían invariables. No se puede condenar a toda un raza por lo que sus líderes decidieron a puertas cerradas. La historia nos lo confirma, salvando las distancias: Emiliano Zapata y Augusto C. Sandino, asesinados a traición el 19 de abril de 1919 y el 21 de febrero de 1934, respectivamente. Ni México ni Nicaragua son responsables de tamaños magnicidios.
Sería muy apreciado que el Gobierno Sandinista restableciera las relaciones diplomáticas con la patria del Rey David. Israel es el reloj de los tiempos proféticos; la higuera reverdecida. YHVH así lo estableció.
La sociedad hebrea tiene todo el derecho del mundo de contar con su espacio territorial en paz, que además, es muy pequeño: Israel alcanzaría bien en los municipios de La Cruz del Río Grande, Puerto Cabezas, Rosita y Waspan, y todavía sobrarían 211 kilómetros cuadrados del Caribe Norte nicaragüense.
Dios apenas necesitó de una porción tan ínfima de tierra, hoy de solo 20 mil 770 km cuadrados, para cambiar la historia.
* El autor es periodista y escritor nicaragüense. Escribe en el periódico El 19 Digital del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, partido que está en el gobierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario