sábado, 20 de agosto de 2011

Las bendiciones del vicario de Cristo al Tercer Reich (I)


“La responsabilidad recae también en los que callan”
Las bendiciones del vicario de Cristo al Tercer Reich (I)
Autor: Por María José Arévalo Gutiérrez



Pío XII manifestó una nula intención de prestar alguna declaración pública que hiciera referencia a la masacre que se estaba generando con el pueblo judío en Europa durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, sí se ocupó por extensión de la política vaticana hacia el Tercer Reich.
Hasta este momento, la Santa Sede no se ha manifestado en contra de la inexistencia informativa, de la que poseía el Pontífice, sobre las deportaciones y reinstalaciones de los judíos por parte del régimen nazi. Es decir, el papa Pío XII era consciente sobre lo que estaba sucediendo, incluso no alzó su voz en contra de los sucesos, una vez que se produjo la ocupación alemana de Roma, cuando se produjeron redadas de judíos en la propia Plaza de San Pedro. Entre los detenidos figuraban judíos conversos, que iban de camino a consumar el Pacto de Wannsee (la solución final).
El Papa era en Europa el único hombre libre de toda contaminación propagandística. Como la generalidad de los gobernantes seculares, optó por una postura mayoritaria entre los gobernantes: acomodarse “a cualquier régimen que afirme estar dispuesto a respetar las propiedades y prerrogativas de la Iglesia en un inamovible lugar común de la filosofía política católica”, como señala el destacado sociólogo católico Gordon Zahn. Habiendo sido advertido de los sucesos que se estaban generando por diversos miembros de la Iglesia, entre ellos Santa Edith Stein o San Freidick Muckerman, estos avisos se realizaron incluso antes de que el cardenal Pacelli se convirtiera en el papa Pío XII.
La elección del cardenal Pacelli no fue aceptada favorablemente por Alemania, porque el futuro Papa siempre se había opuesto al nacional socialismo. El Gobierno alemán fue el único que no envió una delegación oficial con motivo de la coronación del Pontífice. Pío XII se movió siempre diplomáticamente contra Hitler y habló fuertemente contra todas las persecuciones; intervino para que Roma no fuera afectada por las persecuciones, permitiendo así que muchos hebreos encontraran refugio. ¿Fue Pío XII un obstáculo o una ayuda para Hitler?
Santa Edith Stein escribió a Pío XI en 1933, poco antes de la llegada de Hitler al poder: “La responsabilidad recae también en los que callan”. En 1934, Muckerman se dirigió en estos términos al cardenal Pacelli (cinco años antes de que se convirtiera en Pío XII): “¿Por qué no actúa la Iglesia? Quizás vendrá una catástrofe, quizás vendrá una guerra”. Pacelli jamás respondió. De hecho, sus críticos le llegaron a llamar “el Papa del silencio”. Entre los historiadores que lo acusan de “complicidad” existen otros que lo defienden excusándolo de su silencio con motivo de evitar males mayores. Pío XI escribió antes de su fallecimiento una encíclica que cayó por su sucesor en un cajón roto.
La monja Stein decía en su misiva: “Desde hace semanas somos en Alemania testigos de un desprecio total de la justicia, los derechos humanos y la caridad”. Muckerman fue martirizado por los nazis en el campo de exterminio de Dachau y Stein falleció igualmente gaseada. En 1917 enviaron a Pacelli como embajador o nuncio papal a Alemania con el fin de que este país y los aliados firmaran la paz, aunque sin éxito. Con la llegada al poder de los nazis, se le presentó otro desafió en aquella nación donde había residido más de 12 años, sintiendo un gran cariño por ésta, y cuyos ayudantes más allegados eran igualmente germanos.
A pesar del nazismo gobernante, decidió no distanciarse de los alemanes, ya que representaban un bastión fuerte contra el comunismo que Pacelli “odiaba”. Además, 22 millones de alemanes eran católicos romanos y una cuarta parte de los miembros de la SS se declaraba católica.
Con
una Italia fascista y el Tercer Reich en vía de desa-rrollo, la Santa Sede adoptó un papel neutral, ejerciendo sólo una presión moral y espiritual en cualquier circunstancia.
El Papado de Pio XII se enfrentó en sus comienzos a cambios políticos que iban a estar causados por la Segunda Guerra Mundial. Con el paso de los años tendría que responder tras su pontificado e incluso durante del mismo, a multitud de cuestiones que se les habían planteado a raíz de su silencio. Señalado por algunos como cobarde y antisemita, otros los defendían como el salvador de los perseguidos. Pío XII intervino en la obtención de 3.000 visados para los judíos conversos con el fin de poderse estos desplazar hacia Brasil, un país católico y lejos del conflicto bélico de Europa. Sin embargo, sólo un año más tarde, el Papa ignoró las peticiones hechas por el gran rabino de Palestina, Isaac Herzog, para que intercediera en nombre de los judíos en España para que no fuesen enviados de regreso a Alemania.
Una solicitud similar fue realizada sobre los judíos en Lituania y no tenida en cuenta por Pío XII.
La Secretaría de Estado del Vaticano fue uno de los primeros grupos del mundo en recibir informes sobre el exterminio de los judíos.A principios de 1941 el cardenal Theodor Innitzer de Viena informo a Pío XII sobre la deportación que se venía realizando. El representante del Vaticano en Eslovaquia, Giuseppe Burzio, comunicó al Papa sobre el asesinato sistemático de los judíos, que se estaba produciendo en su área.El 7 de octubre 1942 el capellán de un tren-hospital en Polonia, advirtió al Vaticano sobre “los asesinatos en masa”, y mencionó el número dos millones a cuenta de los ya muertos. Del mismo modo existen multitud de testimonios que verifican la información transmitida hacia el Vaticano.
Algunos escritores católicos sostienen que el Papa tenía miedo de que su protesta pública causara una división entre los alemanes católicos, o incluso llevar a los nazis a buscar represalias contra su persona, contra otros líderes de la Iglesia, o contra los católicos en países ocupados. ¿Pretextos o realidad?
Las preguntas que podríamos realizar son infinitas y la Iglesia romana ya había creado precedente en siglos anteriores para sospechar de su antisemitismo. La Santa Sede era temida por los nazis por ser una de las pocas instituciones que no habían perdido la credibilidad, gozando de gran influencia sobre los pueblos europeos y millones de alemanes católicos. Sin embargo, Pío XII no hizo un intento de prevenir la guerra mundial, reuniéndose de inmediato y personalmente con Hitler, tal como se lo habían pedido muchas personas, lo cual daba a entender que no hizo todo lo que estaba de su parte a favor de la paz. En el periódico L'´Obsservatore Romano del 15 de septiembre de 1939, responde el Papa a esta cuestión en tercera persona: “Su Santidad agotó todas las posibilidades que de algún modo podían ofrecer la mínima esperanza de mantener la paz”.
Por otra parte, una vez iniciada la guerra, y abordada con rigor la Solución Final, el propósito primordial de Pío XII fue la de proteger vidas. Esto se consolidaría mejor, según pensaba él, a través de una labor firme de los nuncios papales en la escena, a través de declaraciones públicas que debatieran las creencias nazis, de calmadas negociaciones sobre inmigración y de tácticas ocultas para esconder a los refugiados judíos, bautizándolos cuando fuera inevitable, y emitiendo para ellos falsos documentos. Salvaguardar la neutralidad del Vaticano, y la disposición de la Iglesia de prolongar su presencia donde fuera permisible en la Europa atosigada y en los Estados aliados a los nazis, era una estrategia para salvar vidas, según su opinión.

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