El Tanaj (la Biblia) y sus traducciones
La necesidad de traducir los textos hebreos sagrados es antiquísima. Desde el momento en que el pueblo judío fue dispersado se encontró con la triste realidad de que el hebreo pasó a ser la “lengua sagrada” mas no la lengua hablada. Surgió la necesidad de hacer accesible a todos la Divina Palabra. Aún los que saben hebreo, conocen la problemática de entender ciertos términos y palabras que pueden tener varios significados, cosa que dificulta la traducción y a la vez la hace más necesaria. Por diversos textos post bíblicos sabemos que ya a fines del Primer Templo (586 aC) y en el Exilio babilónico se traducían partes de los textos sagrados. Al retornar parte de los exiliados ya tenían frente a sí la Torá (el Pentateuco) en arameo, que era la lengua franca del Oriente Medio en aquella época. Ezra el Escriba ordenó leer ante el pueblo “mikrá vetargum” (la Torá y su traducción), ya que las masas no hablaban hebreo. Y del Talmud sabemos que en muchas comunidades se leía la Torá y su traducción y se volvía a leer para destacar la centralidad del idioma hebreo. En los Talmudim (Yerushalmi y Bavli) y también en la literatura midráshika aparecen nombres de libros sagrados traducidos a otros idiomas.
Eso fue un proceso normal, ya que el hebreo cada vez se hablaba menos y los judíos utilizaban el arameo y el griego. Luego en cada Diáspora asimilaban el idioma del lugar. Los rabinos y los estudiosos conocían el hebreo, pero la mayoría del pueblo no; una lengua que no se usa, desaparece. La consecuencia de ese proceso fue la traducción a lenguas vernáculas de los libros del Tanaj (la Biblia). Otro factor muy importante que obligó a los judíos a traducir la Biblia, fue el desarrollo del cristianismo.
Traducción puede ser interpretación
Los cristianos se consideraban “verus Israel” el verdadero Israel, y necesitaban la Biblia por razones teológicas: como ejemplo, la Vulgata católica traduce “alma” (Isaias 7:14) como “virgen”, cuando la interpretación hebrea de ese término es “doncella o moza”; con todas las derivaciones y consecuencias de esa traducción.
Y así resultó que hasta hoy en día tenemos traducciones de la Palabra de Dios judías y cristianas, ya que traducción puede ser también interpretación.
El Tanaj (siglas de o Torá-Neviim-Ktuvim) conocido en el mundo como la Biblia (el libro) está traducido a 2.311(dos mil trescientos once) idiomas y dialectos (según la Bible Society de Londres), siendo el libro más traducido del orbe.
Eso obliga a todos los traductores a tener gran cuidado con cada palabra y cada puntuación, porque para millones de seres humanos esas palabras están consideradas santas palabras y muchos llaman al Tanaj en esa forma: Kitvei Hakodesh en hebreo, Sagradas Escrituras en castellano, Holy Scriptures en ingles, Saintes Ecritures en francés, Heilige Schrift en alemán, etc.
Como ya escribí, la necesidad de traducir la Biblia viene de la antigüedad. Parece ser que al principio no se veía con buenos ojos el uso de traducciones, y muchas desaparecieron, aunque aquí y allí se las nombra en la literatura rabínica. Así leemos en el tratado de Kidushin del Talmud Bavli 49.1: “Todo el que traduce la Torá literalmente engaña e insulta“. De ahí el gran cuidado y temor de traducir. Como el dicho italiano: “Traduttore=Tradittore“ (el traductor traiciona). Pero es imposible no traducir, porque aleja la creación del público. Por eso se fueron traduciendo los Libros sagrados y hasta pasaron a ser canon. En la yeshivá (colegio rabínico) de Sura (Irak hoy en día) el Reish Galuta (el líder de los judíos) leía la Torá en público y el director de la yeshiva traducía al arameo. De la antigüedad nos han quedado dos traducciones aceptadas por los judíos: Tirgum Onkelos, que es una traducción al arameo, atribuida al converso Aquiles, y hoy en día aparece junto al texto de la Torá en las ediciones tradicionales.
La otra traducción judía Antigua es la Septuaguinta (la traducción de los setenta), hecha en Alejandría, Egipto, de acuerdo a la tradición, por órdenes del rey Tolomeo Filadelfo, que quería que en su biblioteca (la más grande de su época) estén todos los mejores libros de la humanidad y exigió a los judíos que traduzcan la Torá. En forma milagrosa setenta y dos sabios se pusieron de acuerdo y resulto ser una traducción sin errores ni diferencias. Parece ser que realmente los judíos alejandrinos ya no sabían hebreo y necesitaban a las Santas Escrituras en griego.
El resultado fue la Septuaguinta; una traducción bastante fiel al original, aunque hay unas diferencias con
el texto hebreo canonizado en el Sanhedrín de Yavne, a principios del siglo II.
Con la aparición del cristianismo y su desarrollo en el Imperio romano occidental, hubo necesidad cristiana de una traducción latina. El Papa Dámaso le pidió al monje Gerónimo, que residía en Belen, que traduzca al latín el Libro de los Libros. Lo hizo entre los años 390-405, con ayuda de rabinos que conocían bien el hebreo. Esta traducción pasó a ser la oficial de la Iglesia Católica hasta el día de hoy.
La Biblia se siguió traduciendo en tiempos del dominio árabe. En la Antigua Babilonia tradujo el Tanaj al árabe (en letras hebreas) Saadia Gaón en el año 790. También se hicieron otras traducciónes a este idioma.
Asimismo al idish (taitch jumesh)) se tradujeron partes de la Biblia con el pretexto en la Europa Oriental de la necesidad de las mujeres de poder conocer los textos sagrados, y muchos hombres lo leían a escondidas.
En la segunda mitad del siglo XIX el escritor Yoash tradujo al idish el Tanaj, una de las más hermosas y poéticas traducciones que conozco. Existen traducciones judías del Tanaj en persa judío, en guez etiope, etc. En los siglos XVIII-XIX, con el comienzo de la Haskalá (ilustración) hubo en el judaísmo alemán una gran corriente de traducir la Biblia y otros escritos judíos al aleman desde Mendelshon hasta Rosenzweig y Buber.
Muchas versiones en español
En los últimos decenios se publicó en inglés la Anchor Bible, una monumental traducción y comentarios, hechos por estudiosos, judíos, cristianos y otros, que se intitulan agnósticos; de muchos países, realmente una obra ecuménica.
En español existen muchas traducciones, algunas muy buenas, de origen judío y también cristiano. Una de las más conocidas es la Biblia de Alba o Biblia de Arragel. Es una Biblia ordenada al Rabino Moshé Aragel de Guadalajara por el Gran Maestre de la orden de Calatrava.
El Rabino trabajó bajo supervisión de monjes cristianos, que cuidaban que la traducción no contradiga las enseñanzas de la Iglesia. El traductor utilizó interpretaciones judías tradicionales de Maimónides, Ibn Ezra, David Kimji y otros; resulto ser, quizás la obra ecuménica mas importante de su época hasta hoy en día, fruto de verdadero trabajo intelectual de judíos y cristianos y fue publicada en el año 1430 (?).
Otras traducciones al castellano conocidas son la protestante Biblia Oso de Casiodoro de la Reyna y Cipriano de Valera; así como las Biblias católicas de Nacar Colunga y Bover Cantera. Hay muchas más, que quizás comentemos otra vez.
También existen traducciones judías al castellano. Parece ser, pero no hay seguridad, que ya en España había traducciones de partes de la Biblia al castellano, catalán y gallego.
Pero es recién después de la Expulsión en 1492 cuando aparecen impresas traducciones al “yudesmo” o “ladino”, el hermoso idioma romance de los exiliados. En Ferrara, Salónica y Constantinopla se imprimieron Biblias enteras o partes de ellas en ese idioma, pero en letras hebreas, muy especiales, que hoy llamamos “ktav Rashi”, una escritura neogótica hebrea, que fue adoptada por las primeras imprentas judías para el comentario de Rashi a la Torá, y luego fue adoptada por los sefaradim, imprentas como las de Soncino, Mizraji y Boiehayan hicieron una extraordinaria labor y traductores como Moljo, Kimji, Capsali y otros, acercaron al pueblo las sagradas y eternas Escrituras.
En el último siglo hemos tenido traducciones judías del Tanaj muy buenas y comprensibles. La mayoría son de origen argentino, aunque los traductores habían nacido en Europa, pero llegaron muy jóvenes a las orillas del Plata e hicieron una labor extraordinaria, al llevar al castellano el Libro de los Libros con ideas judías a un público que se aleja de sus Fuentes. Existe una traducción de Jabad y es de destacar la Torá (el Pentateuco) traducido por el Rabino Marcos Edery (de origen marroquí) con comentarios e interpretaciones basadas en su mayor parte en comentaristas de origen sefardí.
Como ven, queridos lectores la Biblia sigue viviendo a miles de años de ser publicada, la seguimos estudiando y comentando. Cada generación promueve sus interpretadores y traductores, ya que la traducción es también una interpretación. Y el Tanaj sigue estando con nosotros, como una antorcha que disipa la oscuridad. Todo podemos encontrar en las eternas palabras, como dijo el gran sabio: “da la vuelta, revuélvela (la Torá) porque todo está en ella”.
Festejamos en estos días la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, en el desierto, en una tierra inhóspita que no es de nadie, ya que la palabra de Dios es para todos. Todos la leen, la estudian. ¿Acaso viven con ella?
*Congregación
“Taguel Aravá” Eilat
shm111@smile.net.il
Con la aparición del cristianismo y su desarrollo en el Imperio romano occidental, hubo necesidad cristiana de una traducción latina. El Papa Dámaso le pidió al monje Gerónimo, que residía en Belen, que traduzca al latín el Libro de los Libros. Lo hizo entre los años 390-405, con ayuda de rabinos que conocían bien el hebreo. Esta traducción pasó a ser la oficial de la Iglesia Católica hasta el día de hoy.
La Biblia se siguió traduciendo en tiempos del dominio árabe. En la Antigua Babilonia tradujo el Tanaj al árabe (en letras hebreas) Saadia Gaón en el año 790. También se hicieron otras traducciónes a este idioma.
Asimismo al idish (taitch jumesh)) se tradujeron partes de la Biblia con el pretexto en la Europa Oriental de la necesidad de las mujeres de poder conocer los textos sagrados, y muchos hombres lo leían a escondidas.
En la segunda mitad del siglo XIX el escritor Yoash tradujo al idish el Tanaj, una de las más hermosas y poéticas traducciones que conozco. Existen traducciones judías del Tanaj en persa judío, en guez etiope, etc. En los siglos XVIII-XIX, con el comienzo de la Haskalá (ilustración) hubo en el judaísmo alemán una gran corriente de traducir la Biblia y otros escritos judíos al aleman desde Mendelshon hasta Rosenzweig y Buber.
Muchas versiones en español
En los últimos decenios se publicó en inglés la Anchor Bible, una monumental traducción y comentarios, hechos por estudiosos, judíos, cristianos y otros, que se intitulan agnósticos; de muchos países, realmente una obra ecuménica.
En español existen muchas traducciones, algunas muy buenas, de origen judío y también cristiano. Una de las más conocidas es la Biblia de Alba o Biblia de Arragel. Es una Biblia ordenada al Rabino Moshé Aragel de Guadalajara por el Gran Maestre de la orden de Calatrava.
El Rabino trabajó bajo supervisión de monjes cristianos, que cuidaban que la traducción no contradiga las enseñanzas de la Iglesia. El traductor utilizó interpretaciones judías tradicionales de Maimónides, Ibn Ezra, David Kimji y otros; resulto ser, quizás la obra ecuménica mas importante de su época hasta hoy en día, fruto de verdadero trabajo intelectual de judíos y cristianos y fue publicada en el año 1430 (?).
Otras traducciones al castellano conocidas son la protestante Biblia Oso de Casiodoro de la Reyna y Cipriano de Valera; así como las Biblias católicas de Nacar Colunga y Bover Cantera. Hay muchas más, que quizás comentemos otra vez.
También existen traducciones judías al castellano. Parece ser, pero no hay seguridad, que ya en España había traducciones de partes de la Biblia al castellano, catalán y gallego.
Pero es recién después de la Expulsión en 1492 cuando aparecen impresas traducciones al “yudesmo” o “ladino”, el hermoso idioma romance de los exiliados. En Ferrara, Salónica y Constantinopla se imprimieron Biblias enteras o partes de ellas en ese idioma, pero en letras hebreas, muy especiales, que hoy llamamos “ktav Rashi”, una escritura neogótica hebrea, que fue adoptada por las primeras imprentas judías para el comentario de Rashi a la Torá, y luego fue adoptada por los sefaradim, imprentas como las de Soncino, Mizraji y Boiehayan hicieron una extraordinaria labor y traductores como Moljo, Kimji, Capsali y otros, acercaron al pueblo las sagradas y eternas Escrituras.
En el último siglo hemos tenido traducciones judías del Tanaj muy buenas y comprensibles. La mayoría son de origen argentino, aunque los traductores habían nacido en Europa, pero llegaron muy jóvenes a las orillas del Plata e hicieron una labor extraordinaria, al llevar al castellano el Libro de los Libros con ideas judías a un público que se aleja de sus Fuentes. Existe una traducción de Jabad y es de destacar la Torá (el Pentateuco) traducido por el Rabino Marcos Edery (de origen marroquí) con comentarios e interpretaciones basadas en su mayor parte en comentaristas de origen sefardí.
Como ven, queridos lectores la Biblia sigue viviendo a miles de años de ser publicada, la seguimos estudiando y comentando. Cada generación promueve sus interpretadores y traductores, ya que la traducción es también una interpretación. Y el Tanaj sigue estando con nosotros, como una antorcha que disipa la oscuridad. Todo podemos encontrar en las eternas palabras, como dijo el gran sabio: “da la vuelta, revuélvela (la Torá) porque todo está en ella”.
Festejamos en estos días la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, en el desierto, en una tierra inhóspita que no es de nadie, ya que la palabra de Dios es para todos. Todos la leen, la estudian. ¿Acaso viven con ella?
*Congregación
“Taguel Aravá” Eilat
shm111@smile.net.il
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