Ratzinger es descendiente del rabino “Maharal” de Praga
Benedicto XVI, el Papa judío Autor: María José Arévalo Gutiérrez, España
¿Quién es este Papa, que tiene miedo de la gente? El 19 de agosto de 2005, Benedicto XVI visito la sinagoga en Colonia, Alemania, en lo que fue visto como un reflejo de su interés por mantener las buenas relaciones entre los judíos del mundo, labor iniciada por su predecesor, que había sido el primer Papa en visitar una sinagoga. “Ha sido mi profundo deseo, durante mi primera visita a Alemania desde mi elección, encontrarme con la comunidad judía de Colonia y sus representantes del judaísmo en Alemania”, dijo.
El Papa reflexionó sobre el Holocausto y el antisemitismo, diciendo: “En el período más oscuro de la historia alemana y europea, por una demencial ideología racista, nacida del neopaganismo, dio origen al intento planeado y realizado sistemáticamente por el régimen para exterminar a los judíos europeos. Este año se cumple el 60 aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis, en la que millones de judíos -niños, mujeres y hombres- fueron condenados a muerte en las cámaras de gas y los hornos”
La elección de Joseph Ratzinger no se lo ponía fácil a los partidarios de la legitimidad de la profecía de San Malaquías, casar al nuevo Papa con el lema que le pertenece según el augurio, “de gloria olivae”. Continuamente se le relacionó, con que tendría algo que ver con el pueblo judío. Pero, ¿cómo se puede conjugar “de la gloria del olivo”, el lema del penúltimo Papa antes del fin del mundo, con Ratzinger? Por su país de origen no es posible, pero, ¿y por su etnia? Muchos aluden a la falsedad de dichas profecías, ¿pero?
La abuela del actual Papa se llamaba Maria Tauber-Peintner de Bolzano, nacida en Italia, aunque por aquel entonces el territorio formaba parte del Imperio Austro- Húngaro. Sus ancestros pueden haber estado relacionados con la familia judía Tauber de Moravia y Hungria y descendientes de Aarón Tauber de Moravia. Parece ser que su madre Elisabeth María Tauber (1834), era hija de los judíos de Moravia, que fue rechazada por su comunidad cuando se convirtió al catolicismo. “Betty”, como coloquialmente llamaban a Elisabeth, se trasladó a la zona sur del Tirol (Imperio Austro-Húngaro), donde tuvo una hija con Antón Peintner.
Antón no contrajo matrimonio con Betty hasta unos tres años después del nacimiento de su hija María de Rasa en 1855. Elisabeth María era la hija de Jacob Tauber (1811-1845) y Josefina Knopfelmacher (1819- 1886). Jacob Tauber fue el hijo de Jonás Tauber y su esposa Rebeca Zerkowitz. Si nos remitimos al árbol genealógico de la familia Ratzinger, llegamos a Rabi Iehuda Loew (Leib) ben Bezalel (el “Maharal” de Praga), donde vivió desde el año 1512 hasta 1609 con su esposa Perla Shmelkes Reich (1516 -1610). “El Maharal”, abreviatura por el que se le conocía, adquirió también gran renombre entre los no judíos por sus célebres saberes seculares en matemáticas, astrología y otras ciencias (ocultas).
Este judío fue una de las mentes más sobresalientes del siglo XVI. Escribió numerosos libros sobre la ley judía, la filosofía y la moral, y desarrolló un nuevo enfoque totalmente a la Hagadá del Talmud. Rechazaba la idea de que los niños comenzaran su educación a una edad temprana, insistiendo que la instrucción se debería de impartir acorde con el grado de madurez intelectual que este tuviera. Él Maharal gozaba de una gran estima por sus contemporáneos y tuvo un profundo impacto en todas las corrientes del judaísmo.
El rabino Kook dijo de él, que por un lado “era el padre del pensamiento del Gaón de Vilna, y por otro lado, el padre de la enseñanza de Jasidut”. Se caracterizaba por ser muy activo en el trabajo comunitario. Hizo mucho para mejorar la ética social, siendo un educador clarividente que con sus ideas para la reforma educativa, golpeó acordes profundos en muchas personas.
Igualmente se le atribuían, y con razón, poderes especiales, y lo llamaban “el hacedor de milagros”. La historia más famosa es la del Golem (demonio invocado por los hechiceros hebreos), atestiguada por el monumento erigido en el centro de Praga que demuestra que se trató de algo más que de una simple “leyenda popular”.
Era un profundo conocedor de la Cábala, pues en ella se ponen de manifiesto los secretos de la Creación Divina y los ocultos senderos de Dios.
En la actualidad, su lugar de descanso eterno está en el “Viejo Cementerio Judío” de Praga, que sigue siendo visitado por miles de personas.
Los Tauber, podrían proceder de la comunidad judía del Valle de Tauber en Baviera, de la cual recibió su apellido, aunque otros documentos ubican a Aarón Tauber en Leipnik, Moravia. El emblema de la familia Tauber es una paloma (en alemán taube) relacionada con el nombre de Jonás, padre de Aarón que era descendiente del rabino Jonás Gerondi. Este último era uno de los más enfervorizados rabinos opuestos a las ideas racionalistas de Maimónides.
Una de las frases más conocidas de Benedicto XVI es: “Hay patologías de la religión y
El Papa reflexionó sobre el Holocausto y el antisemitismo, diciendo: “En el período más oscuro de la historia alemana y europea, por una demencial ideología racista, nacida del neopaganismo, dio origen al intento planeado y realizado sistemáticamente por el régimen para exterminar a los judíos europeos. Este año se cumple el 60 aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis, en la que millones de judíos -niños, mujeres y hombres- fueron condenados a muerte en las cámaras de gas y los hornos”
La elección de Joseph Ratzinger no se lo ponía fácil a los partidarios de la legitimidad de la profecía de San Malaquías, casar al nuevo Papa con el lema que le pertenece según el augurio, “de gloria olivae”. Continuamente se le relacionó, con que tendría algo que ver con el pueblo judío. Pero, ¿cómo se puede conjugar “de la gloria del olivo”, el lema del penúltimo Papa antes del fin del mundo, con Ratzinger? Por su país de origen no es posible, pero, ¿y por su etnia? Muchos aluden a la falsedad de dichas profecías, ¿pero?
La abuela del actual Papa se llamaba Maria Tauber-Peintner de Bolzano, nacida en Italia, aunque por aquel entonces el territorio formaba parte del Imperio Austro- Húngaro. Sus ancestros pueden haber estado relacionados con la familia judía Tauber de Moravia y Hungria y descendientes de Aarón Tauber de Moravia. Parece ser que su madre Elisabeth María Tauber (1834), era hija de los judíos de Moravia, que fue rechazada por su comunidad cuando se convirtió al catolicismo. “Betty”, como coloquialmente llamaban a Elisabeth, se trasladó a la zona sur del Tirol (Imperio Austro-Húngaro), donde tuvo una hija con Antón Peintner.
Antón no contrajo matrimonio con Betty hasta unos tres años después del nacimiento de su hija María de Rasa en 1855. Elisabeth María era la hija de Jacob Tauber (1811-1845) y Josefina Knopfelmacher (1819- 1886). Jacob Tauber fue el hijo de Jonás Tauber y su esposa Rebeca Zerkowitz. Si nos remitimos al árbol genealógico de la familia Ratzinger, llegamos a Rabi Iehuda Loew (Leib) ben Bezalel (el “Maharal” de Praga), donde vivió desde el año 1512 hasta 1609 con su esposa Perla Shmelkes Reich (1516 -1610). “El Maharal”, abreviatura por el que se le conocía, adquirió también gran renombre entre los no judíos por sus célebres saberes seculares en matemáticas, astrología y otras ciencias (ocultas).
Este judío fue una de las mentes más sobresalientes del siglo XVI. Escribió numerosos libros sobre la ley judía, la filosofía y la moral, y desarrolló un nuevo enfoque totalmente a la Hagadá del Talmud. Rechazaba la idea de que los niños comenzaran su educación a una edad temprana, insistiendo que la instrucción se debería de impartir acorde con el grado de madurez intelectual que este tuviera. Él Maharal gozaba de una gran estima por sus contemporáneos y tuvo un profundo impacto en todas las corrientes del judaísmo.
El rabino Kook dijo de él, que por un lado “era el padre del pensamiento del Gaón de Vilna, y por otro lado, el padre de la enseñanza de Jasidut”. Se caracterizaba por ser muy activo en el trabajo comunitario. Hizo mucho para mejorar la ética social, siendo un educador clarividente que con sus ideas para la reforma educativa, golpeó acordes profundos en muchas personas.
Igualmente se le atribuían, y con razón, poderes especiales, y lo llamaban “el hacedor de milagros”. La historia más famosa es la del Golem (demonio invocado por los hechiceros hebreos), atestiguada por el monumento erigido en el centro de Praga que demuestra que se trató de algo más que de una simple “leyenda popular”.
Era un profundo conocedor de la Cábala, pues en ella se ponen de manifiesto los secretos de la Creación Divina y los ocultos senderos de Dios.
En la actualidad, su lugar de descanso eterno está en el “Viejo Cementerio Judío” de Praga, que sigue siendo visitado por miles de personas.
Los Tauber, podrían proceder de la comunidad judía del Valle de Tauber en Baviera, de la cual recibió su apellido, aunque otros documentos ubican a Aarón Tauber en Leipnik, Moravia. El emblema de la familia Tauber es una paloma (en alemán taube) relacionada con el nombre de Jonás, padre de Aarón que era descendiente del rabino Jonás Gerondi. Este último era uno de los más enfervorizados rabinos opuestos a las ideas racionalistas de Maimónides.
Una de las frases más conocidas de Benedicto XVI es: “Hay patologías de la religión y
hay patologías de la política”. En ese sentido, la llegada de los nazis al poder habría sido el resultado de una patología política. La palabra patología no deja de ser algo problemática, ya que la patología es el resultado de una libre decisión, aunque en la mayoría de las patologías quienes realizan sus actos no saben lo que hacen. Los nazis sabían lo que hacían. De ahí que el termino patología que utiliza el pontífice se debería de aceptar con muchas limitaciones, y más bien en un sentido metafórico.
Sus padres se instalaron en 1927 en Marktl am Inn, un pueblecito a las afueras de Passau y no lejos del pueblo natal de Hitler. En 1939, cuando contaba Joseph sólo 12 años, entró en el seminario menor de San Miguel, empezando su carrera eclesiástica. Sin embargo, dos años más tarde fue miembro de las Juventudes Hitlerianas, ya que se le exigía esta permanencia, no pudiéndola evitar ningún muchacho en la Alemania de Hitler. Al ser estudiante del seminario, fue dispensado de asistir a las reuniones de las Juventudes Hitlerianas, pero las puertas del seminario no le pudieron proteger de ser llamado durante la Segunda Guerra Mundial a las armas.
Su mentor, el cardenal Faulhaber, fue hasta el extremo de aclarar que él no estaba preocupado por defender a los judíos contemporáneos, añadiendo que uno tenía que distinguir entre los judíos antes de la crucifixión de Cristo y después. Tras vestir el uniforme de la Wehrmacht, Joseph fue destinado a defender una fábrica de la BMW al sur de Baviera. Como más tarde escribiría, Ratzinger declaró no haber lanzado “ni un solo disparo” durante todo su servicio al Tercer Reich.
En los meses que estuvo destinado en la fábrica de la compañía BMW, fue testigo directo de uno de los horrores del nazismo: presos del cercano campo de concentración de Dachau, eran llevados a la fábrica para realizar los trabajos más viles. Los presos provenientes de ese campo eran internados por razones políticas o religiosas. ¿Qué sentimiento despertaría ese panorama a un futuro clérigo con pasado judío?
Lo que si quedó demostrado es que el deber a la defensa de la patria, bien por miedo o convicción, era superior a la del buen cristiano, y más en su posición. ¿Temía que fuera descubierta su procedencia judía y las consecuencias que con ello conllevaría?
En 1944, fue enviado a un nuevo destino. El soldado Ratzinger se encontró bajo el mando y las vejaciones y arbitrariedades de la Legión Austríaca, un grupo conocido en Baviera por su extrema violencia. Como declararía más tarde, “se trataba de fanáticos que nos tiranizaban con violencia”.
Las contradicciones en este personaje son constantes. Una de ellas, fue la restitución a la liturgia católica de la oración del viernes pascual, que pide orientación para los “pérfidos judíos” (basada en 2 Corintios 3:13).
La Iglesia venía desembarazándose de la oración judeofóbica. En 1955 ordenó que la expresión fuera reemplazada por “descreídos”, y en 1960 que fuera removida del todo.
Benedicto XVI ha impulsado el retorno a la fórmula tradicional. Otro ejemplo es su apología de Pío XII, quien fuera pontífice durante el nazismo, y cuya beatificación fue defendida por el actual Papa en una solemne misa. Finalmente, el proceso de beatificación de Pío XII fue postergado, y se anunció que llevaría varios años catalogar los 16 millones de documentos referidos a su Papado durante el Holocausto. La beatificación es una cuestión interna de la Iglesia, pero no puede evitarse el pesar de los judíos ante la veneración de santos activos como judeófobos, tales como los santos Juan Crisóstomo y Juan Capristano, ambos responsables de la muerte de centenares de judíos.
El último avance que ha efectuado el Papa para limar la tensión existente entre ambas confesiones, es la de desacusar al pueblo judío de la muerte de Jesús. El presidente del Congreso Mundial Judío, Ronald S. Lauder, declaro que en cualquier caso no basta con que un libro (“Jesús de Nazaret”) del Papa confirme la inocencia de los judíos: “Esto debe convertirse en doctrina oficial de la Iglesia, desde arriba hasta abajo”.
Como se puede observar, los avances entre ambas religiones son lentos, a pesar del pasado del máximo representante de la Iglesia Católica. Su imagen hermética y poca cercana, que con el tiempo ha ido reformando, lo convierten en un hombre poco previsible, aunque las decisiones no sean estrictamente sólo tomadas por él. ¿Es este el momento de zanjar para siempre viejas heridas del pasado? ¿Hasta donde debe de actuar una confesión en temas “políticos“ y hasta donde limitarse a sus menesteres. Es esto una cuestión patológica como describió el Papa con anterioridad? Lo peor viene, cuando ambos conceptos se intercalan.
Sus padres se instalaron en 1927 en Marktl am Inn, un pueblecito a las afueras de Passau y no lejos del pueblo natal de Hitler. En 1939, cuando contaba Joseph sólo 12 años, entró en el seminario menor de San Miguel, empezando su carrera eclesiástica. Sin embargo, dos años más tarde fue miembro de las Juventudes Hitlerianas, ya que se le exigía esta permanencia, no pudiéndola evitar ningún muchacho en la Alemania de Hitler. Al ser estudiante del seminario, fue dispensado de asistir a las reuniones de las Juventudes Hitlerianas, pero las puertas del seminario no le pudieron proteger de ser llamado durante la Segunda Guerra Mundial a las armas.
Su mentor, el cardenal Faulhaber, fue hasta el extremo de aclarar que él no estaba preocupado por defender a los judíos contemporáneos, añadiendo que uno tenía que distinguir entre los judíos antes de la crucifixión de Cristo y después. Tras vestir el uniforme de la Wehrmacht, Joseph fue destinado a defender una fábrica de la BMW al sur de Baviera. Como más tarde escribiría, Ratzinger declaró no haber lanzado “ni un solo disparo” durante todo su servicio al Tercer Reich.
En los meses que estuvo destinado en la fábrica de la compañía BMW, fue testigo directo de uno de los horrores del nazismo: presos del cercano campo de concentración de Dachau, eran llevados a la fábrica para realizar los trabajos más viles. Los presos provenientes de ese campo eran internados por razones políticas o religiosas. ¿Qué sentimiento despertaría ese panorama a un futuro clérigo con pasado judío?
Lo que si quedó demostrado es que el deber a la defensa de la patria, bien por miedo o convicción, era superior a la del buen cristiano, y más en su posición. ¿Temía que fuera descubierta su procedencia judía y las consecuencias que con ello conllevaría?
En 1944, fue enviado a un nuevo destino. El soldado Ratzinger se encontró bajo el mando y las vejaciones y arbitrariedades de la Legión Austríaca, un grupo conocido en Baviera por su extrema violencia. Como declararía más tarde, “se trataba de fanáticos que nos tiranizaban con violencia”.
Las contradicciones en este personaje son constantes. Una de ellas, fue la restitución a la liturgia católica de la oración del viernes pascual, que pide orientación para los “pérfidos judíos” (basada en 2 Corintios 3:13).
La Iglesia venía desembarazándose de la oración judeofóbica. En 1955 ordenó que la expresión fuera reemplazada por “descreídos”, y en 1960 que fuera removida del todo.
Benedicto XVI ha impulsado el retorno a la fórmula tradicional. Otro ejemplo es su apología de Pío XII, quien fuera pontífice durante el nazismo, y cuya beatificación fue defendida por el actual Papa en una solemne misa. Finalmente, el proceso de beatificación de Pío XII fue postergado, y se anunció que llevaría varios años catalogar los 16 millones de documentos referidos a su Papado durante el Holocausto. La beatificación es una cuestión interna de la Iglesia, pero no puede evitarse el pesar de los judíos ante la veneración de santos activos como judeófobos, tales como los santos Juan Crisóstomo y Juan Capristano, ambos responsables de la muerte de centenares de judíos.
El último avance que ha efectuado el Papa para limar la tensión existente entre ambas confesiones, es la de desacusar al pueblo judío de la muerte de Jesús. El presidente del Congreso Mundial Judío, Ronald S. Lauder, declaro que en cualquier caso no basta con que un libro (“Jesús de Nazaret”) del Papa confirme la inocencia de los judíos: “Esto debe convertirse en doctrina oficial de la Iglesia, desde arriba hasta abajo”.
Como se puede observar, los avances entre ambas religiones son lentos, a pesar del pasado del máximo representante de la Iglesia Católica. Su imagen hermética y poca cercana, que con el tiempo ha ido reformando, lo convierten en un hombre poco previsible, aunque las decisiones no sean estrictamente sólo tomadas por él. ¿Es este el momento de zanjar para siempre viejas heridas del pasado? ¿Hasta donde debe de actuar una confesión en temas “políticos“ y hasta donde limitarse a sus menesteres. Es esto una cuestión patológica como describió el Papa con anterioridad? Lo peor viene, cuando ambos conceptos se intercalan.
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