Que fácil es perdonar en 15 minutos
Cuando la Justicia falla, los hombres olvidan Autor: Dra. Bejla Rubin de Goldman, Buenos Aires
Se entiende mejor el nacional socialismo si se observa bajo el aspecto de una religión. El significado de los designios, el pathos del mensaje.
( Klaus von Schirach, hijo de Baldur, de las Juventudes Hitlerianas)
Pareciera que el ayer y el hoy hubieran quedado aunados como si el paso del tiempo, la enseñanza de la historia y los horrores de la guerra no nos hubieran modificado en nada. Por lo tanto, lo que sí hemos aprendido es que la pulsión de muerte no es domesticable y que cuando ésta desata su lado más oscuro y siniestro, se manifiesta de la forma menos esperada y por ende nos sorprende, incluso en aquellos que no calculábamos que nos dieran a ver esa hilacha malvada de su ser.
El juicio de Christian Von Wernich, realizado hace apenas unos años en la Argentina, que fuera al capellán de la Policía bonaerense durante el proceso militar durante los años 1976-1983, parece un fiel reflejo del juicio a los altos jerarcas nazis en Nuremberg.
En el juicio que hoy estoy recordando, hemos oído como el reo osó invocar las palabras de nuestro querido Borges, fatal destino a las expresiones del poeta que puestas en boca de semejante sujeto, haría que si Borges estuviera vivo, volvería a morir. O la excusa de haber realizado de no sé cuántas atrocidades a seres humanos en el Nombre de Dios.
Vemos así la misma desimplicación de la culpa por el acto criminal cometido tanto por asesinos argentinos como en cuanto a los realizados de mano de un Goering, Himmler, Hess, Eichmann o Von Schirach
Lo que hoy queremos recordar es el juicio de Nuremberg, particularmente la sentencia a morir en la horca del reo Hans Frank. Este fue abogado, ministro de Justicia en Baviera y luego ministro del Tercer Reich. Más tarde será nombrado gobernador de Polonia bajo el régimen nazi.
O sea, estamos hablando de una persona culta, conocedor de las leyes, el alcance de las leyes y el peso de la justicia, amén de poseer un saber calificado en cuanto al obrar para bien o para mal de todo sujeto. No obstante fue un brutal carnicero, despiadado, sádico y amante del poder. En prisión escribe a sus cinco hijos: “Aquí se trata solamente del humilde (o sea, pone palabras no veraces, digo yo) reconocimiento de mi culpa en la muerte de varios millones de personas inocentes”.
En prisión vuelve a la fe católica, hecho muy conveniente en alguien condenado a muerte, y que ésta fue llevada a cabo, por ahorcamiento, el 16 de octubre de 1946.
Lo que se quiere destacar es como la Iglesia, tanto la de hoy como la de entonces, absuelve ligeramente y sin incriminaciones, en cuanto al cometido de semejantes crímenes, a sus responsables con total liviandad y con la justificación que de Dios así lo habrá dispuesto.
El padre franciscano irlandés Sixtus O'´Connor acompaña al culpable arriba mencionado en sus últimos momentos, lo consuela y lo absuelve de sus crímenes. Dice al hijo de Hans Frank, Norman, el mayor de los cinco: “Durante los últimos 15 minutos hablé con él, le di la extremaunción y la completa absolución”.
Que fácil es eximir y perdonar en 15 minutos y dar la completa absolución por millones de muertos inocentes, en nombre de qué Dios, si ningún Dios pidió que se asesinara en su Nombre. Y agrega “Estoy seguro que tu padre ha ido directamente, (al infierno pienso yo), pero no, “al cielo y que ante el tribunal de Dios ha encontrado un Juicio Justo”.
¿Qué quiere esto decir? ¿Que el tribunal de los hombres ha sido injusto por haber condenado a este feroz asesino y que Dios hará un juicio justo, o sea, habrá de perdonar el crimen, la maldad, la violación de los derechos de los hombres, el derecho a la diferencia, en el más allá? Con esa liviandad se han asesinado seis millones de judíos, de los cuales un millón y medio fueron criaturas, bebitos recién nacidos, niños tatuados cual animalitos, seres inservibles al régimen nazi pues dada su corta edad no eran productivos y no valía la pena invertir en ellos ni siquiera una hogaza de pan.
Duele escribirlo, duele pensarlo, duele verlo en los documentales. Simplemente duele, en un dolor de entrañas, en el dolor del vientre vacío de cada madre.
Paradojas de la fe, de la razón, con artilugios acomodaticios distorsionando la verdad y que parecieran invitar a realizar cualquier atrocidad, total, en el más allá, al igual que los atentados fundamentalistas, el hombre es perdonado, premiado y el sujeto desimplicado de su voluntad y su acto criminal.
Son simples pensamientos dejados a exposición y a la reflexión, al diálogo y a la justicia de los hombres, dado que es en la única en que creo, me sostengo en ella y apuesto a un futuro mejor, pues de no ser así, vientos non santos son los que nuevamente comienzan a soplar, y en ellos, hoy todos podemos llegar a ser los nuevos judíos, excusas de una nueva-vieja maldad discriminatoria a poner en acto.
Palabras que una y otra vez vuelvo a enfatizar, dado que a 66 años de finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde recordamos nuevamente el Día del Holocausto, pareciera que el tiempo se hubiera detenido, los hombres y sus políticas olvidado lo que han sido capaz de hacer, y nunca digas “de esta agua no he de volver a beber”.
Cuando la justicia humana falla, el hombre olvida y el lado oscuro del corazón del malvado se autoriza a volver a emerger, pues si el castigo no es punido, es casi una invitación a que el acto criminal vuelva a acontecer y repetirse
( Klaus von Schirach, hijo de Baldur, de las Juventudes Hitlerianas)
Pareciera que el ayer y el hoy hubieran quedado aunados como si el paso del tiempo, la enseñanza de la historia y los horrores de la guerra no nos hubieran modificado en nada. Por lo tanto, lo que sí hemos aprendido es que la pulsión de muerte no es domesticable y que cuando ésta desata su lado más oscuro y siniestro, se manifiesta de la forma menos esperada y por ende nos sorprende, incluso en aquellos que no calculábamos que nos dieran a ver esa hilacha malvada de su ser.
El juicio de Christian Von Wernich, realizado hace apenas unos años en la Argentina, que fuera al capellán de la Policía bonaerense durante el proceso militar durante los años 1976-1983, parece un fiel reflejo del juicio a los altos jerarcas nazis en Nuremberg.
En el juicio que hoy estoy recordando, hemos oído como el reo osó invocar las palabras de nuestro querido Borges, fatal destino a las expresiones del poeta que puestas en boca de semejante sujeto, haría que si Borges estuviera vivo, volvería a morir. O la excusa de haber realizado de no sé cuántas atrocidades a seres humanos en el Nombre de Dios.
Vemos así la misma desimplicación de la culpa por el acto criminal cometido tanto por asesinos argentinos como en cuanto a los realizados de mano de un Goering, Himmler, Hess, Eichmann o Von Schirach
Lo que hoy queremos recordar es el juicio de Nuremberg, particularmente la sentencia a morir en la horca del reo Hans Frank. Este fue abogado, ministro de Justicia en Baviera y luego ministro del Tercer Reich. Más tarde será nombrado gobernador de Polonia bajo el régimen nazi.
O sea, estamos hablando de una persona culta, conocedor de las leyes, el alcance de las leyes y el peso de la justicia, amén de poseer un saber calificado en cuanto al obrar para bien o para mal de todo sujeto. No obstante fue un brutal carnicero, despiadado, sádico y amante del poder. En prisión escribe a sus cinco hijos: “Aquí se trata solamente del humilde (o sea, pone palabras no veraces, digo yo) reconocimiento de mi culpa en la muerte de varios millones de personas inocentes”.
En prisión vuelve a la fe católica, hecho muy conveniente en alguien condenado a muerte, y que ésta fue llevada a cabo, por ahorcamiento, el 16 de octubre de 1946.
Lo que se quiere destacar es como la Iglesia, tanto la de hoy como la de entonces, absuelve ligeramente y sin incriminaciones, en cuanto al cometido de semejantes crímenes, a sus responsables con total liviandad y con la justificación que de Dios así lo habrá dispuesto.
El padre franciscano irlandés Sixtus O'´Connor acompaña al culpable arriba mencionado en sus últimos momentos, lo consuela y lo absuelve de sus crímenes. Dice al hijo de Hans Frank, Norman, el mayor de los cinco: “Durante los últimos 15 minutos hablé con él, le di la extremaunción y la completa absolución”.
Que fácil es eximir y perdonar en 15 minutos y dar la completa absolución por millones de muertos inocentes, en nombre de qué Dios, si ningún Dios pidió que se asesinara en su Nombre. Y agrega “Estoy seguro que tu padre ha ido directamente, (al infierno pienso yo), pero no, “al cielo y que ante el tribunal de Dios ha encontrado un Juicio Justo”.
¿Qué quiere esto decir? ¿Que el tribunal de los hombres ha sido injusto por haber condenado a este feroz asesino y que Dios hará un juicio justo, o sea, habrá de perdonar el crimen, la maldad, la violación de los derechos de los hombres, el derecho a la diferencia, en el más allá? Con esa liviandad se han asesinado seis millones de judíos, de los cuales un millón y medio fueron criaturas, bebitos recién nacidos, niños tatuados cual animalitos, seres inservibles al régimen nazi pues dada su corta edad no eran productivos y no valía la pena invertir en ellos ni siquiera una hogaza de pan.
Duele escribirlo, duele pensarlo, duele verlo en los documentales. Simplemente duele, en un dolor de entrañas, en el dolor del vientre vacío de cada madre.
Paradojas de la fe, de la razón, con artilugios acomodaticios distorsionando la verdad y que parecieran invitar a realizar cualquier atrocidad, total, en el más allá, al igual que los atentados fundamentalistas, el hombre es perdonado, premiado y el sujeto desimplicado de su voluntad y su acto criminal.
Son simples pensamientos dejados a exposición y a la reflexión, al diálogo y a la justicia de los hombres, dado que es en la única en que creo, me sostengo en ella y apuesto a un futuro mejor, pues de no ser así, vientos non santos son los que nuevamente comienzan a soplar, y en ellos, hoy todos podemos llegar a ser los nuevos judíos, excusas de una nueva-vieja maldad discriminatoria a poner en acto.
Palabras que una y otra vez vuelvo a enfatizar, dado que a 66 años de finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde recordamos nuevamente el Día del Holocausto, pareciera que el tiempo se hubiera detenido, los hombres y sus políticas olvidado lo que han sido capaz de hacer, y nunca digas “de esta agua no he de volver a beber”.
Cuando la justicia humana falla, el hombre olvida y el lado oscuro del corazón del malvado se autoriza a volver a emerger, pues si el castigo no es punido, es casi una invitación a que el acto criminal vuelva a acontecer y repetirse
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